Región y sociedad, vol. 30, núm. 73, 2018
El Colegio de Sonora
Elí Orlando Lozano González eli.orlando.lozano@gmail.com
Universidad Nacional Autónoma de México, Mexico
Recepción: 06 Marzo 2017
Aceptación: 15 Agosto 2017
Resumen: En este artículo se analiza la cultura política de estudiantes de universidades interculturales ubicadas en tres regiones de México: centro, sureste y golfo. La cultura política se entiende como las predisposiciones subjetivas de un individuo ante el sistema político, sus instituciones, actores y procesos. Una de sus características es que se construye a partir del contexto social y político en el que están inmersas las personas. El cuestionario, aplicado a 228 estudiantes de las tres instituciones, abarca la información política que tienen, la percepción y el nivel de confianza en las figuras de autoridad y sus actitudes ante los partidos políticos, el voto y las elecciones. Destaca la poca confianza de los alumnos en las figuras de gobierno, el distanciamiento hacia los partidos políticos y su escasa información política; rasgos de una cultura política alejada del ideal democrático.
Palabras clave: cultura política, democracia, universidades interculturales, estudiantes universitarios-conducta social, participación electoral.
Abstract: This article analyzes the political culture of students from intercultural universities located in three Mexican regions: central, southeastern and Gulf. Political culture is understood as an individual’s subjective predispositions in the face of the political system, its institutions, actors and processes. One of its characteristics is that it is constructed on the basis of the social and political context in which people are immersed. The questionnaire, applied to 228 students from the three institutions, includes political information they have, their perception and level of trust in authority figures, as well as their attitudes towards political parties, voting and elections. Students’ lack of trust in the authorities, their distancing from political parties, and their scarce political information, all of them characteristics of a political culture distant from the democratic ideal, are evident.
Keywords: political culture, democracy, intercultural universities, university students-social behavior, voter turnout.
Introducción
La sociedad mexicana es plural, multicultural y diversa; está compuesta por grupos sociales con características particulares, y en cada uno hay personas cuyos intereses y formas de vivir son distintos. Aunque todos los mexicanos compartan la misma demarcación geográfica, hay diferencias que los identifican como tales; esto incluye la manera de sentir y de vivir la política.
La cultura política surge en función del contexto en que se encuentran las personas, por lo tanto, no es igual para quienes viven en un régimen democrático o en uno autoritario. Lo mismo sucede en cuanto a países o regiones, debido a las diferencias culturales intrínsecas de ellos.
En este caso se toman tres regiones de la república mexicana (centro, sureste y golfo), donde se ubican la universidad intercultural del centro (UIC), la del sureste (UIS) y la del golfo (UIG),1 se pretende explorar la cultura política de sus alumnos en relación con su conocimiento, apego y actitudes ante el sistema político y los asuntos del gobierno.
La premisa de partida es que en una sociedad democrática, la cultura política de sus habitantes también debería serlo. Se sabe que eso no sucede a plenitud, por ello los resultados se analizan a la luz del ideal de una cultura política democrático-participativa. Para entender la relevancia de esta indagación es necesario, en primer lugar, analizar a los estudiantes que conforman la muestra.
El estudiante de las universidades interculturales
En las universidades interculturales se viven condiciones particulares, que las distinguen de otras instituciones de educación superior, sobre todo en relación con el perfil de las carreras y sus alumnos, ya que con frecuencia a estos espacios educativos asisten los originarios de algún pueblo indígena de México. Además, los cursos que se brindan están enfocados en la atención a este grupo y, de acuerdo con la Secretaría de Educación Pública (SEP), su misión es:
[…] promover la formación de profesionales comprometidos con el desarrollo económico, social y cultural, particularmente, de los pueblos indígenas del país y del mundo circundante; revalorar los conocimientos de los pueblos indígenas y propiciar un proceso de síntesis con los avances del conocimiento científico; fomentar la difusión de los valores propios de las comunidades, así como abrir espacios para promover la revitalización, desarrollo y consolidación de lenguas y culturas originarias (SEP 2017, s/p).
En las universidades interculturales se busca formar profesionales expertos en los pueblos indígenas, con el fin de que esta población tenga acceso a los avances científicos y se puedan mejorar las condiciones de vida de estas comunidades.
Para contextualizar este panorama, según datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), recabados en el censo de población y vivienda 2010, en México hay 15.7 millones de personas indígenas, que representan 14.9 por ciento de los habitantes del país (Centro de Estudios Sociales y de Opinión Pública de la Cámara de Diputados, CESOP 2011). Sin embargo, del total de esta población sólo 6 695 228 personas de cinco años y más hablan alguna lengua indígena, el resto se autoadscribe como indígena, aun cuando no conoce alguna de estas lenguas. De acuerdo con los datos del censo, existen diferencias socioeconómicas notorias entre ambos tipos de población.
Información obtenida del CESOP (2011) indica, con base en los datos del INEGI, que en general los indígenas viven en condiciones socioeconómicas más precarias que quienes no lo son. Sin embargo, en todos los indicadores analizados, los hablantes de lengua muestran desventajas con respecto a los autoadscritos como indígenas.
Por ejemplo, los datos indican que 17 por ciento de los hablantes de lengua indígena viven en los municipios con el índice de desarrollo humano más bajo, y sólo 1 por ciento de los autoadscritos como indígenas habitan en ellos (CESOP 2011, 5); por tanto, es posible suponer que sus condiciones de vida sean más favorables. Lo que habla de la vulnerabilidad y las condiciones de vida precarias de los hablantes de lengua indígena.
Aunque las universidades interculturales están dirigidas principalmente a la población indígena, no todos los estudiantes de la muestra en esta investigación son hablantes de alguna lengua indígena (véase Figura 1).
Es relevante considerar que menos de 5 por ciento de la población que habla alguna lengua indígena en el país cuenta con licenciatura, mientras que los indígenas autoadscritos alcanzan un porcentaje cercano a 8. En ambos casos las cifras están por debajo de la media nacional, y sobre todo de la población no indígena (CESOP 2011, 27). Pero, contrario a la tendencia general, los estudiantes de esta muestra han logrado acceder a la educación superior.
En concordancia con la misión de las universidades interculturales, se espera que sus alumnos trabajen en las comunidades indígenas una vez terminados sus estudios, para promover mejoras en ellas. Se podría pensar incluso que éstos se convertirán en líderes de dichas comunidades; para lograrlo, es necesario que tengan conocimientos de los asuntos relativos a la política formal y el gobierno en México, de ahí que en esta investigación se pretenda indagar al respecto.
La cultura política
El estudio de la cultura política hace énfasis en los actores políticos y su subjetividad. Según Krotz, lo que se busca en los estudios enfocados en la cultura política es:
[…] conocer los motivos que subyacen a las decisiones y conductas de los actores, las ideas y los valores que los orientan, los sentimientos que influyen sobre ellos y que, por tanto, explican su actuación y, de esta manera gran parte de la realidad política del país. Podría decirse también que el interés por la cultura política es el interés por el lado subjetivo de la vida política (2002, 8-9).
Conocer estas cuestiones ayuda a comprender el comportamiento político de las personas estudiadas, que pueden ser ciudadanos de algún país o personas pertenecientes a un grupo, como en este caso el alumnado de las universidades interculturales.
La cultura política consiste en las creencias, valores y capacidades que son comunes al total de la población, así como también a las tendencias especiales, modelos y patrones que solo pueden encontrarse en sectores particulares de esta última (Almond y Powell 1972, 72).
En la actualidad, el estudio de la cultura política en México ha tenido un gran avance, promovido por los organismos de gobierno, por ejemplo la Secretaría de Gobernación (SEGOB 2013) y la Cámara de Diputados (CESOP 2012). También los entornos académicos buscan generar un conocimiento más profundo sobre el tema respecto a ciertos grupos, a partir de alguna problematización en dicho contexto social.
El objetivo aquí es conocer más sobre las disposiciones políticas de los estudiantes seleccionados de las tres universidades interculturales mencionadas. Se busca analizar la comprensión, apego y actitudes que ellos tienen acerca de las “tuercas y tornillos” del sistema político mexicano y de los temas de gobierno.
Y esto resulta relevante por las características propias de los alumnos, pues están en proceso de formación con la misión de trabajar para mejorar las comunidades indígenas y rescatar su cultura. Esto los convierte en un grupo digno de ser estudiado.
De vuelta con la cultura política, hay diversos autores que trabajan el concepto, como Durand:
Definimos a la cultura política como el conjunto de reglas que posibilitan a los actores calcular sus acciones políticas […] en la aplicación de esas reglas, en su uso, se incluyen o movilizan valores políticos, conceptualizaciones, informaciones, resultados, de las experiencias participativas, evaluaciones del sistema o de partes del mismo, sentimientos y emociones, que posibilitan el cálculo de la acción […] de acuerdo con el contexto que envuelve la acción, las reglas se especifican, en un régimen democrático son diferentes que las existentes en un régimen autoritario o en un régimen que transita del segundo al primero (1998, 15).
El énfasis de la definición está en que la cultura política en un régimen democrático es diferente a la que se podría manifestar en alguno de otro tipo. Es decir, el contexto político y social es lo que propicia la conformación de la cultura política, y para estudiar este fenómeno se debe contemplar el contexto social, ahí está su origen.
Además, la definición menciona ciertos aspectos constitutivos de la cultura política; las reglas que cada individuo ha interiorizado, pero éstas las determina, en primer lugar, el régimen político a través de sus instituciones. Después, el ciudadano, a partir de sus experiencias, sentimientos y evaluaciones decide si las acata o no, y en qué medida se inscribe en los marcos institucionales.
La cultura política parte de aspectos macrosociales, el régimen y las instituciones gubernamentales dictan reglas, muestran el camino a seguir. Por lo tanto, se puede hablar de cierta cultura política común a toda la población, sin embargo:
No nos parece correcto afirmar que la cultura política de los ciudadanos es sólo un reflejo de las estructuras o sistemas; como tampoco lo es pensar que los individuos son autónomos y calculan su acción como un simple acto individual, ignorando cualquier contexto institucional. Para nosotros es indispensable mantener una relación de intercausalidad entre lo micro y lo macro, entre la acción del actor y entre el sistema político o la estructura social (Durand 2004, 27).
Entonces, se puede concluir que la cultura política se interioriza en los individuos mediante una interacción constante entre las instituciones, que dictan las reglas del juego, y los sujetos (insertos en determinados contextos) que deciden cuáles acatar y en qué medida.
La cultura política es así una expresión subjetiva respecto a la política, sus instituciones, actores y procesos; se construye socialmente, a través de la comunicación y convivencia en los grupos en los que el individuo se encuentra inserto en su vida cotidiana, a partir de la información que recibe por diversos medios, y también a través del contacto con el gobierno y el régimen político.
Conocer la cultura política de los integrantes de un grupo social permite entender sus acciones ante el ejercicio del poder, y saber cuáles son sus valores, concepciones y actitudes al respecto, de ahí su importancia.
Metodología
Muestra
La investigación se realizó en tres universidades interculturales de México, cuyos alumnos son el universo de estudio, por ejemplo la UIC ofrece tres licenciaturas vinculadas con el sector agrícola y productivo de la zona; la UIS se distingue por su cercanía con un centro turístico internacional, y las carreras que imparte están relacionadas con el entorno social y cultural, y la UIG tiene dos campus, en el que se llevó a cabo el estudio se ofrecen tres licenciaturas cuya misión es la conservación y difusión de su patrimonio cultural.
Con respaldo y apoyo de profesores y autoridades, mediante un muestreo simple no probabilístico (López 1998), se aplicó el cuestionario a 228 alumnos, divididos por institución como sigue: 72 en la UIC, 63 en la UIS y 93 en la UIG.
El estudio es exploratorio, y no pretende generalizar los resultados al grueso de la población que compone el universo, es un primer acercamiento a la cultura política de los estudiantes encuestados que, de acuerdo con los datos proporcionados por las autoridades escolares de cada universidad, corresponden a 8.3 por ciento del total de los matriculados en el ciclo escolar en que se aplicaron los cuestionarios.
Instrumento
El cuestionario fue la técnica de recolección utilizada, para diseñarlo se retomaron las dimensiones cognitiva, afectiva y evaluativa, propuestas por Almond y Verba (1963), porque más allá de las críticas válidas sobre la obra pionera de estos autores, su trabajo se puede considerar como el punto de partida de los estudios empíricos acerca de la cultura política. A partir de él surgieron muchos académicos que se enfocaron en la materia siguiendo una metodología y, por lo tanto, una postura teórico-epistemológica similar.
Lo que se cuestiona de la propuesta de Almond y Verba es que considera a la cultura política como un conjunto de variables-pauta significativas que orientan la acción política, pero se trata de un fenómeno mucho más complejo. También se han puesto en tela de juicio otros aspectos que tienen que ver con el proceder metodológico y los sesgos valorativos en la elaboración del libro de Almond y Verba (Ramos 2006), quienes reconocieron originalmente tres dimensiones de toda cultura política, y las tomaron como base para la elaboración de encuestas: a) la cognitiva, que se refiere al conocimiento respecto a los componentes del sistema político; b) la afectiva, relacionada con los sentimientos y actitudes que se experimentan hacia dicho sistema, sus partes y procesos y c) la evaluativa, que define la posición política que se asume o la clase de participación que se practica.
Sin embargo, con el arribo de otras disciplinas y corrientes teóricas nuevas al estudio de la cultura política, se fueron anexando variables o categorías a los estudios empíricos. Se llegó a considerar la estructura social, la opinión pública, el comportamiento electoral, los medios masivos de comunicación, los valores éticos y religiosos, la historia particular de cada sociedad, las creencias, los imaginarios sociales, las mentalidades públicas, las representaciones sociales, las cuestiones de la identidad e incluso otras enfocadas en aspectos lingüísticos y genealógicos (Krotz 2002).
La noción de cultura política aborda una pluralidad compleja de fenómenos. El estudio de cada uno demanda igualmente diversas aproximaciones, diferentes confluencias interdisciplinarias, así como distintos enfoques metodológicos que concurren al estudio de la cultura política (Ramos 2006, 26).
La cultura política es un fenómeno complejo que requiere la intervención de diversas disciplinas. Pero la aportación de Almond y Verba es fundamental, ya que idearon las tres dimensiones mencionadas para definir, a partir de ellas, los indicadores y las variables para construir cuestionarios cerrados, que buscan definir la clase de cultura política que poseen los ciudadanos de una nación.
Con base en ello crearon tres modelos de cultura política; el parroquial, característico de las sociedades tribales, donde no hay roles políticos especializados, en este caso el individuo no espera nada del sistema político, y los líderes desempeñan al mismo tiempo actividades religiosas y económicas. Otro modelo es el de súbdito, que funciona en sistemas más especializados, donde el individuo reconoce la existencia de instituciones y autoridades, y puede estar de acuerdo o en desacuerdo con éstas, pero establece una relación de pasividad con ellas, es decir, la colaboración es mínima o nula. El tercero es el de participación, cuando el individuo conoce el sistema político y a sus actores a profundidad, y puede estar de acuerdo o en desacuerdo con él, pero desempeña un rol activo en la vida política, y es notable la constancia con la que participa.
Según Almond y Verba, ninguno de los modelos se presenta de manera pura en la sociedad, sino que se encuentran mezclados, sin embargo sí es posible reconocer la prevalencia de alguno de ellos. Se espera que en una sociedad democrática predomine el modelo participativo. También se ha criticado que la cultura política de las personas se defina a partir de modelos, pues ello implica considerar a los grupos sociales como monolitos y negar, de alguna manera, la subjetividad (Ramos 2006).
La cultura política se genera en un juego entre las subjetividades y las estructuras políticas, entre lo micro y lo macro. Las críticas a Almond y Verba recaen en gran medida en que su obra se ubica como parte del enfoque estructural-funcionalista, y sus orígenes se rastrean en Talcott Parsons, quien también ha sido objeto de numerosas críticas.
En este trabajo se reconocen las detracciones a la obra original de Almond y Verba, y sus limitaciones, sin embargo, se consideró retomar las dimensiones propuestas para el análisis de la cultura política en el diseño del cuestionario, pero con un tratamiento distinto al original, en este caso como conceptos subordinados a uno más amplio, es decir, como categorías (Ponce 1998).
Las dimensiones cognitiva, afectiva y evaluativa son componentes que permiten captar la estructura conceptual de la cultura política y, como categorías, se convierten en herramientas para el análisis y la interpretación de la información obtenida. Así mismo, permiten el diseño del instrumento, y para cada dimensión-categoría se definieron ciertos temas que debían indagar, y se convirtieron en reactivos del cuestionario, por ejemplo para la cognitiva: a) los medios mediante los cuales los estudiantes se enteran de las noticias políticas y b) la frecuencia con la que ellos se enteran de los asuntos políticos. Para la dimensión afectiva: a) el nivel de confianza en diversas figuras de autoridad. Por último, la dimensión evaluativa abarca estos temas: a) los partidos políticos y la afiliación a ellos; b) la participación en organizaciones distintas a los partidos; c) los criterios para decidir el voto y d) la actitud ante la ocupación de un puesto político.
De acuerdo con esta clasificación se elaboraron reactivos para el cuestionario. Para entender los resultados es necesario destacar que cada universidad intercultural contemplada se rige según la misma visión y objetivos implementados por la SEP, en este sentido comparten ciertas similitudes. Pero cada una está inmersa en un contexto distinto, debido a la región donde se encuentra. Por lo tanto, más allá de las semejanzas, hay diferencias que sólo se pueden explicar a partir del contexto en el que trascurre la vida de los estudiantes.
Los reactivos del cuestionario refieren a los elementos más visibles del sistema político formal mexicano, en específico a los asuntos del gobierno, se reconoce que deja fuera otros elementos relevantes en el estudio de la cultura política, pero eso sería objeto de otra investigación.
La información fue procesada con el paquete informático SPSS (Statistical Package for the Social Science), que permitió cruzar variables como el sexo, la institución de procedencia, la carrera, la edad o la licenciatura que se cursa. Se encontraron diferencias significativas sobre todo en relación con la institución de procedencia y el sexo, por ello el artículo se organiza de acuerdo con dichos criterios.
Resultados de la investigación
La información política
La información es un primer elemento mediante el cual se constituye la cultura política, que le permite al individuo conocer de política en general, sus instituciones y actores. Después éste, con la ayuda de la información que posea, es capaz de analizar la postura política más cercana a sus preferencias, quizá elegir un partido político o bien optar por otras formas de participación. Su conocimiento determina la decisión de qué hacer o no hacer, y en qué medida involucrarse en las acciones políticas (Durand 2004).
De acuerdo con la propuesta de Almond y Verba (1963), cuestionar respecto a la información política que poseen las personas implica indagar en torno a la dimensión cognitiva de la cultura política; lo que se busca es saber cuánto saben respecto a la política, sus instituciones y actores.
Situados en el ideal de la cultura política democrática, se esperaría que un ciudadano estuviera bien informado acerca de la realidad política cotidiana y que recibiera la información de manera crítica, con el fin de vigilar la actuación de los gobernantes ya que, según Sartori (1992), el titular del poder político es el ciudadano, como conjunto, y no la clase gobernante. Por lo tanto, es labor de éste vigilar la actuación de los gobernantes y para ello necesita información.
Según estas consideraciones teóricas, se cuestionó a los estudiantes de las universidades interculturales respecto a los medios que utilizan para informarse de las noticias políticas (véase Figura 2).
Las respuestas indican que los estudiantes contemplados para este estudio se informan predominantemente a través de los diversos medios de que disponen. Esto habla, en cierto sentido, de una cultura política democrática; buscar medios diversos implica mayor información y también un análisis más concienzudo de ella.
En segundo lugar, para el total de la muestra aparecen los periódicos (29.5 por ciento), que son medios masivos de comunicación con un carácter local, ya que muchos no son de circulación nacional, sino que se enfocan en asuntos regionales. Según Moragas (1985), el periódico, los libros y las revistas, a diferencia de otros medios como la radio y la televisión, permiten mayor libertad a su lector para elegir qué contenidos desea revisar, por ello permiten la formación de una cultura política democrática.
Muy pocos alumnos de la muestra consultan revistas, libros o acuden a internet para enterarse de las noticias políticas. Cabe decir que en estos medios se encuentra también la información especializada, por lo que para los alumnos este tipo de conocimiento sobre la política es hipotéticamente escaso.
En el caso de internet, que propicia la participación, el análisis y la crítica, también se obtuvieron cifras bajas, lo cual se entiende en cuanto al contexto rural del cual provienen los estudiantes de la muestra y el poco acceso que tienen a este medio.
El tercer medio más consultado es la televisión, una quinta parte de la muestra total indicó informarse de las noticias políticas de esta manera. Pero es uno de los que menos favorece a la cultura política democrática, ya que se trata de la misma información trasmitida a millones de personas de igual forma (Moragas 1985).
Para esta muestra de estudiantes, la televisión es un medio privilegiado para informarse de las noticias políticas. En todos los rubros, tanto en el sexo como en la institución, el porcentaje fue cercano a 20, con una regularidad que no aparece en otros medios, y está por debajo del obtenido a escala nacional en la Encuesta nacional sobre cultura política y prácticas ciudadanas (ENCUP) de 2012, en ese ejercicio 76 por ciento de los encuestados prefería la televisión sobre otros medios (SEGOB 2013).
Para complementar los datos presentados hasta aquí, y conocer la información que poseen los estudiantes de las universidades interculturales respecto a la política, se les preguntó con qué frecuencia se informan de los asuntos políticos (véase Figura 3).
Estos resultados indican que aun cuando existe cierta información, ya que poco más de la mitad de la muestra respondió que se informaba de asuntos políticos por lo menos una vez o más veces a la semana, 49 por ciento mencionó que sólo lo hacía de vez en cuando o nunca; los hombres indicaron que se informaban con mayor frecuencia que las mujeres, y los estudiantes de la UIG solían hacerlo más seguido.
Estos resultados demuestran poco interés en los temas de la política por parte de los alumnos encuestados, por ello no optan por informarse, no es algo que les interese; los datos de la ENCUP 2012 resultan reveladores en este aspecto, 84 por ciento de los encuestados a nivel nacional dicen tener poco o ningún interés en la política. (SEGOB 2013). En ambos casos se presentan indicios de apatía, desinterés, lo que conlleva también a la falta de participación.
En una democracia consolidada no sucedería lo que muestran estos datos, los ciudadanos estarían informados constantemente de los asuntos políticos, ya que esto les permitiría evaluar a los gobernantes y elegir formas de participación política. Ante la falta de información, la cultura política se aleja de los ideales de la democracia, y se acerca más a modelos característicos de las sociedades autoritarias; a una cultura política de súbdito, si se retoma la clasificación de Almond y Verba (1963).
Los representantes del poder
De acuerdo con Almond y Verba (1963), el conocimiento que tienen las personas respecto a la política luego se lleva a la práctica, así se arriba a la dimensión afectiva de la cultura política, referida al apego al sistema, la actitud ante él, sus procesos y actores. De las experiencias personales, del entorno social en el que cada persona se ubica y de los medios por los que se entere de la política depende que se vaya creando cierta disposición hacia ella.
Para indagar en torno a la dimensión afectiva de la cultura política, se decidió preguntarles a los estudiantes de las universidades interculturales respecto a su percepción de las figuras de autoridad; esto permite interpretar su grado de apego al sistema y su actitud ante él.
Una postura favorable ante una autoridad habla de una actitud de apego, de confianza, por otra parte, una desfavorable indica falta de confianza y desapego al sistema político. La actitud que se asume se basa en la información que el individuo posee, que bien podría ser amplia, especializada y crítica; o escasa, de sentido común y carente de reflexión.
Con este fin, a los estudiantes se les pidió que marcaran el nivel de confianza que representa para ellos algunas figuras de autoridad, en una escala del 1 al 10; donde 10 es el más alto y 1 el más bajo, y se clasificaron en tres categorías: a) las autoridades de gobierno, incluyen al presidente de la república, gobernador del estado, presidente municipal y delegado; b) las autoridades de seguridad pública, agrupan a la Policía y al Ejército y c) las autoridades escolares, integran al director de la escuela y al representante estudiantil. Los alumnos valoraron el nivel de confianza que depositan en cada una, y a partir de las respuestas se obtuvo una media o promedio para cada caso (véase Figura 4).
El nivel de confianza más bajo de la muestra fue para el presidente de la república (3.7), seguido por el gobernador del estado y el presidente municipal, con la misma cifra (3.9). La desconfianza mostrada implica descontento, es evidente una desaprobación casi absoluta hacia estas figuras.
Los índices de confianza muestran a una población estudiantil desconfiada, suspicaz, incrédula de las autoridades e instituciones de gobierno. Como se dijo, esta actitud proviene de la información con la que cuentan, y en el apartado anterior se vio que no es amplia, en el mayor número de casos. También se puede explicar este fenómeno desde el contexto social, la mayoría de los encuestados son indígenas, y es posible suponer que desaprueben al gobierno que ha sido incapaz de mejorar sus condiciones de vida.
Las autoridades de seguridad pública tienen una aprobación más alta que las de gobierno, aunque el Policía está por debajo del delegado. En cuanto a las autoridades escolares, en ambos casos la aceptación fue más alta (6.3). Sin embargo, el poder que ejercen ambas figuras es mínimo, comparado con el resto de ellas, está demarcado a la institución escolar, son las más cercanas para el estudiante.
Al comparar estos datos con los obtenidos en la ENCUP 2012, se observa un fenómeno interesante: en cada caso, los estudiantes de universidades interculturales, predominantemente indígenas, confían menos en las figuras de autoridad presentadas. La marginación en la que viven los pueblos indígenas explica el desapego al sistema político; en la Figura 5 se comparan ambos índices, en los casos en que hay coincidencia.
Además de la marginación, otro elemento que puede explicar estos niveles de confianza es la percepción de la corrupción. Según datos de la ENCUP 2012, en una escala del 1 al 5, donde cero indica que no existe corrupción y 5 que ésta es total, los mexicanos indican que en el país es de 4.5, en su estado de origen 4.3 y en su municipio 4.1, por tanto, la percepción de corrupción es muy alta en todos los ámbitos (SEGOB 2013).
En la ENCUP aparece un dato más, la confianza depositada en los partidos políticos, los senadores y los diputados alcanza una media de 4.4; sólo por encima de la Policía, son las figuras que menos confianza generan en la población (SEGOB 2013).
Partidos políticos y elecciones
Con base en el conocimiento y la actitud de las personas respecto a la política, sus actores, instituciones y procesos, es posible elegir una postura, orientarse hacia ciertas formas de participación o bien de no participación. A esto se refiere la dimensión evaluativa de la cultura política (Almond y Verba 1963).
En el régimen democrático mexicano, la participación política más evidente y promovida es a través de las elecciones de gobernantes, con los partidos políticos como intermediarios. De hecho, a México se le ha denominado una democracia electoral, que se sustenta en los procesos de elección de gobernantes y deja de lado otras formas de participación (Smith 2004; Holzner 2007; Gilas 2012) (véase Figura 6).
Los partidos políticos son instituciones fundamentales en toda democracia, sin embargo, han ido perdiendo protagonismo en la sociedad actual, y pasan por una crisis de credibilidad e identidad (Touraine 2006), esto sumado a la poca confianza que los ciudadanos depositan en ellos (SEGOB 2013). Es a través de los partidos que el ciudadano común focaliza su participación política, sobre todo en periodo de elecciones.
Según datos de la ENCUP 2012, 59 por ciento de los encuestados refiere que votar es la única manera de que las personas decidan si el gobierno hace bien o mal las cosas. Pero, 51 por ciento de la misma muestra está poco o nada satisfecho con la democracia en México (SEGOB 2013). Estos son datos contrastantes, por una parte hay insatisfacción con la democracia, pero también se percibe que no hay mucho que hacer al respecto, sólo votar, lo que se hace comúnmente con los partidos políticos de por medio.
De acuerdo con un estudio del CESOP (2005), entre las debilidades principales del sistema electoral en México está la poca participación de los ciudadanos en las elecciones, sobre todo de los sectores jóvenes, y los altos índices de corrupción. Los datos presentados en dicho estudio, en conjunto con lo discutido en este artículo, permiten entender el alejamiento de los partidos políticos en los encuestados de las universidades interculturales.
Ahora bien, además de la información presentada en la Figura 6, se les preguntó a los alumnos si estaban afiliados a algún partido político; 92.5 por ciento dijo que no. El dato reafirma la poca cercanía que existe entre los estudiantes de las universidades interculturales y los partidos; no se les ubica como espacios de participación, de ahí que haya tan pocos afiliados.
Para complementar el dato anterior, los resultados de la ENCUP 2012 indican que 31 por ciento de los encuestados no considera que México viva en una democracia, 33 menciona que sólo en parte y 34 afirma que sí. La percepción de la población refleja una democracia débil con problemas que están bien documentados, los estudiosos consideran que la calidad democrática en México es baja (Barreda 2011; Smith 2004; Gilas 2012).
Incluso Meyer (2013) indica que en el país se vive una democracia autoritaria, es un régimen que combina dos posturas contrarias, y sin embargo coexisten. Según Almond y Verba (1963), la cultura política se acerca más al modelo de súbdito que al participativo, aun cuando en las leyes México se rige con un gobierno democrático.
La democracia mexicana se sustenta en las elecciones, el ejercicio democrático de los ciudadanos parece limitarse a ello. Pero una sociedad democrática ideal debería ser mucho más, se esperaría que la gente buscara formas de participar, si no en los partidos políticos y las elecciones, en algo más (Sartori 1992; Touraine 2006).
En este sentido, se les preguntó a los estudiantes si participaban en alguna organización diferente a los partidos políticos; del total de la muestra, 86 por ciento respondió no hacerlo. Lo que sucede es que, según la ENCUP 2012, la organización ciudadana se percibe como difícil; para 44 por ciento de los entrevistados organizarse para trabajar por una causa común resulta difícil o muy difícil (SEGOB 2013). Los resultados de las últimas preguntas indican que la mayoría de los encuestados no opta por formas de participación que impliquen pertenecer a algún tipo de organización, partidos políticos ni otra.
Pero la participación en un régimen democrático es necesaria y la forma más común es a través de las elecciones, mediante el voto. Al asistir a las urnas a votar, se debe tomar una postura y elegir una opción. También se les preguntó según qué criterios realizan dicha acción. La Figura 7 muestra los resultados de una pregunta planteada como dilema, se sitúa al estudiante ante una situación hipotética y debe elegir una opción. Las respuestas fueron variadas, pero la opción “votas por el menos peor” tuvo el primer lugar en todos los rubros de análisis, y el segundo fue para “asistes a las urnas para anular el voto”. Se puede considerar que estas dos respuestas son las más cercanas a una actitud democrática, en ambos casos se presupone un conocimiento previo de los candidatos y las propuestas. Lo contrario sucede con las otras dos opciones de respuesta, que muestran una actitud de desinterés, apatía; se trata de la actitud más alejada del ideal democrático.
La apatía tiene mucho que ver con el entorno social, es posible suponer que por su origen, los estudiantes de universidades interculturales vivan o hayan vivido en condiciones precarias, además que su confianza es casi nula en las figuras de poder, sobre todo en las gubernamentales. No es extraño que muestren falta de interés en los procesos electorales, se puede pensar que los estudiantes que eligieron dichas respuestas no le otorgan un valor relevante a la elección de un presidente, en función de su vida.
Discusión
Algo indudable y corroborado por los datos plasmados en esta investigación es la desconfianza que los estudiantes encuestados le tienen a las autoridades políticas, que está por debajo de la media de encuestas nacionales; esto conlleva también a un distanciamiento de los partidos políticos. Se puede observar un desapego de estos alumnos de la política formal y en temas del gobierno, su poca información demuestra también un interés escaso en los asuntos del sistema político mexicano, por ejemplo los indicios de apatía ante la participación electoral.
También hay diferencias en relación con las regiones donde estudian los encuestados, en la UIG la desconfianza y el distanciamiento hacia los partidos políticos es más marcado. A su vez, es la muestra con más hablantes de lengua indígena, y es una de las regiones con mayor densidad de población indígena, según datos del INEGI recabados en el censo de 2010. La desconfianza, el descontento y el distanciamiento de los estudiantes hacia los partidos son congruentes con su realidad cotidiana, como lo muestran las estadísticas. La pobreza, la marginación y la desigualdad en la que viven los pueblos indígenas es una realidad innegable, esto se refleja en su cultura política.
Estos estudiantes viven lo que Wright Mills (2003) denomina una sensación de malestar, que es cuando se percibe una amenaza aguda, pero la persona no sabe exactamente hacia qué está dirigida; a ese malestar le suele acompañar la indiferencia. Existe la percepción de que hay algo mal, pero no se actúa al respecto. Los encuestados no se suelen informar mucho acerca de la política y los resultados muestran que tampoco son muy participativos en los aspectos analizados, relativos al sistema electoral y a los asuntos del gobierno.
La cultura política es una expresión subjetiva que surge de la interacción del sujeto con otras personas en determinados contextos, y en relación con las estructuras del sistema político; no es subjetiva por completo ni tampoco está determinada por el régimen. Los encuestados en las universidades interculturales construyen su cultura política, es decir, sus disposiciones subjetivas ante el sistema político, sus instituciones, procesos y actores; en el diálogo entre sus experiencias cotidianas y las estructuras políticas.
Ahora, los datos de este artículo muestran un sistema político endeble, deteriorado y maltrecho; la calidad de la democracia mexicana está severamente cuestionada, tanto por voces de especialistas como por el ciudadano común. Además, México no ha logrado dejar atrás su autoritarismo, y convive a diario con la corrupción, la inseguridad e incluso con la ingobernabilidad.
Los estudiantes de las universidades interculturales -predominantemente indígenas- han vivido día a día la marginación, la pobreza, la violencia y la falta de oportunidades. Cuando se toma en cuenta el panorama del sistema político y de la vida cotidiana de los pueblos indígenas, no es extraño que los alumnos opten por alejarse del sistema político y del gobierno.
Pero se debe considerar que este grupo, al ser parte de la matrícula de una institución de educación superior, se ubica en una posición privilegiada en relación con el resto de la población, y más aún de la indígena. Además, los esfuerzos de las universidades interculturales se enfocan en que los egresados retribuyan la educación recibida a las comunidades indígenas, se podría esperar que fueran los futuros líderes de ellas.
Para ello, más que dominar sus áreas de estudio, es necesario que cuenten con información del entorno político y social que los rodea, comprender la vida política y tener un compromiso subjetivo que les permita involucrarse en la vida cotidiana de sus comunidades, visualizar los problemas y buscarles solución. Los datos proporcionados aquí no apuntan en esta dirección.
Los estudiantes de la muestra están matriculados en universidades interculturales reguladas por la SEP; se trata de personas que ya se han integrado de alguna forma al sistema. Toda universidad, además de la preparación de profesionistas, se encarga de la formación de ciudadanos, es decir, de gente participativa y comprometida con la sociedad (Martínez 2006).
Caben aquí algunos cuestionamientos iniciales sobre las universidades interculturales: ¿sólo están preparando profesionistas o también ciudadanos?, ¿en qué medida los egresados logran la misión planteada por la SEP, para dichas instituciones?
En cuanto a la cultura política de los pueblos indígenas mexicanos, Cedillo (2009) menciona que este grupo social se caracteriza por su desapego y rechazo al sistema político mexicano, que no se siente identificado, representado o beneficiado por él, y que lo evalúan de manera negativa, ya que históricamente han tenido una relación de subordinación ante las instituciones y actores políticos nacionales, de ahí que su actitud más notoria sea la indiferencia. Esta imagen concuerda en gran medida con lo presentado en este artículo.
Es entendible el desapego y la indiferencia de estos estudiantes al sistema político; pero surge un dato preocupante, se les cuestionó si se organizan de alguna otra manera, además de los partidos políticos, 86 por ciento dijo que no. Cedillo (2009) señala que los pueblos indígenas suelen tener formas de participación política en sus comunidades, que se organizan de manera autónoma y autogestiva, paralela o alterna a la impuesta oficialmente y que su actuación es muy activa.
En esta investigación se encontró un indicio pequeño de que los estudiantes de la muestra no optan por la forma institucional, ni la propia de los pueblos indígenas. Los resultados presentados aquí no pretenden generalizar, pero abren espacio para la reflexión. Es indudable que el ideal democrático está alejado, dentro o fuera del sistema político formal.
Por supuesto, hay líneas de investigación nuevas, los datos recabados aquí no agotan el conocimiento que se pudiera generar en torno a los estudiantes de las universidades interculturales y su cultura política. Quedan a consideración del lector las vertientes nuevas que esta aproximación pueda arrojar y las formas de profundizar al respecto.
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Notas
1 Los nombres de las universidades se mantendrán en el anonimato, aquí se identifican como UIC, UIS y UIG.