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María del Rosario Fátima Robles Robles (2016), Las maquiladoras de exportación y sus actores. Una visión de los empresarios

Región y sociedad, vol. 30, núm. 72, 2018

El Colegio de Sonora

Miguel Ángel Vázquez Ruiz

Universidad de Sonora, Mexico

Con más de medio siglo de vida, la trayectoria de la industria maquiladora ha sido objeto de múltiples investigaciones, con visiones coincidentes y otras más bien encontradas. Cuando nació, en la época del “redespliegue industrial”, en la década de 1960, su importancia radicaba en ofrecer puestos baratos, para coadyuvar a una nueva división internacional del trabajo, que oxigenara el sistema capitalista. Un texto clave en aquellos años fue La nueva división internacional del trabajo. Paro estructural en los países industrializados e industrialización en los países en desarrollo, de F. Frobel, J. Heinrichs y O. Kreye, publicado en 1981.

En los años setenta, dicha industria se estableció, por decreto gubernamental, sólo en los municipios fronterizos, y se convirtió en un objeto de estudio atractivo y lucrativo. A partir de entonces se ha analizado desde perspectivas distintas: a) por su localización y desplazamiento de la frontera al interior del país; b) por su grado de integración a las economías locales y regionales, donde se instala para operar; c) por la trasferencia de conocimientos y habilidades a gerentes, técnicos y operarios, que se emplean en ella y d) por las “generaciones” por las cuales ha transitado atendiendo a su producción, de lo extensivo a lo intensivo, su asimilación tecnológica, los saberes desplegados y el paso hacia la innovación (Barajas et al. 2009).

Hay mucha literatura sobre las enseñanzas y los conocimientos trasferidos por las maquiladoras a los gerentes y técnicos que han trabajado en ellas, quienes a la postre, se convirtieron en proveedores. Aunque no existen trabajos explícitos y abundantes sobre la visión de los empresarios acerca de la industria maquiladora de exportación, y cómo se han insertado en ella; Las maquiladoras de exportación y sus actores. Una visión de los empresarios es una excepción y constituye una aportación. La obra está integrada por la introducción, seis capítulos y la bibliografía, su importancia radica en su enfoque sobre el tema y en la incorporación de conocimientos nuevos extraídos del trabajo de campo.

El primer capítulo, “Empresarios, actores y desarrollo”, es el inicio de la construcción metodológica, para entender la inserción y las acciones de los empresarios en el proceso económico; contiene herramientas acordes al objeto de estudio. Aquí se define y comprende la palabra empresario a partir de Weber y Schumpeter; el término actor, en las connotaciones de Anthony Giddens y de los franceses Alain Touraine y Pierre Bourdieu, y sus relaciones con estructura, poderes y fuerzas; así como el término desarrollo, de Osvaldo Sunkel, Arturo Guillén y Sergio Bossier. Lo destacable es que: “Se articula el concepto de empresario al de actor para determinar si es pertinente definirlo como actor del desarrollo” (p50). De ahí la importancia de lo siguiente:

Identificar una oportunidad de negocios no es suficiente para ser empresario, tampoco arriesgar capital para fundar una empresa. Para ser empresario es necesario ir más allá, hay que crear realizaciones. Es preciso: a) identificar la oportunidad, b) arriesgar capital para dar a la empresa (no es un requisito), c) operar la empresa, d) obtener utilidades. Sin esas características no puede haber empresario, porque sólo cuando se opera la empresa se llevan a cabo una serie de poderes y es hasta que se ejecuta la toma de decisiones cuando se ejerce como actor; es entonces cuando se es empresario” (pp. 50-51).

Además: “[…] queremos dejar muy claro que éste es el concepto de empresario que utilizaremos a lo largo de esta obra, como señalábamos párrafos arriba, para Schumpeter (1963), Redlich (1949), para ser empresario no es requisito ser el propietario, ni poseer el capital, como aún hoy en día algunos consideran una condición sine qua non para ser empresario, condición que nosotros no compartimos” (pp. 50-51).

A partir del segundo capítulo, “El empresario en Sonora como actor: acción empresarial y política del Estado”, se aborda la presencia de los empresarios en los procesos de industrialización de la economía del estado. Para situarse en los años recientes, con los actores con poder para tomar acciones, y ubicarse en los días en que se llevaron a cabo las entrevistas, la autora nos remite a la historia para escudriñar en la época del gobernador Ramón Corral y en los años del porfirismo, y analizar los pormenores de un modelo influido por la inversión extranjera, donde efectivamente se genera una dinámica industrial de importancia.

Después se estudia la administración de Abelardo L. Rodríguez, un personaje que primero fue militar, luego político y que devino en empresario. Un hombre que se aleja del modelo empresarial de Schumpeter, y que a través del ejercicio de la política impulsó la creación de empresas, hasta ganarse la fama de que “enseñaba haciendo”. Esto corresponde a la época de la sustitución de importaciones, en el periodo 1940-1960. Después vino el gobierno de Luis Encinas, con una visión más integral de industrialización, esto lo ubica como uno de los más visionarios en términos de políticas públicas, que facilitaron la organización empresarial. Así se reflejó en el primer Congreso industrial de Sonora, las Cuartas jornadas de la alianza para el progreso y el Plan de los diez años para el desarrollo industrial de Sonora.

A finales de este mandato ocurrió la crisis que dio lugar al “redespliegue industrial”, una nueva división internacional del trabajo, que trajo las maquiladoras, un modelo de producción orientado hacia fuera, en donde se ubica a actores protagonistas como María Elena Gallegos de Rigoli y Gustavo Rigoli Franco, creadores de Sonitronies, empresa pionera en el concepto shelter (pp. 77-84); en la actualidad ella es la presidenta del corporativo Sonitronies-Coolectron. Queda el interrogante de si este liderazgo empresarial es suficiente para equipararlo con figuras históricas como las de Ramón Corral y Abelardo L. Rodríguez.

En el tercer capítulo se ofrece una visión estadística de la economía de Sonora, una perspectiva macroeconómica de 1970 a 2010. En general se hace una traza de las variables económicas principales -producto interno bruto estatal, empleo y valor agregado, entre otras-, así como de la localización de la industria maquiladora de exportación en el estado, y se identifican cuatro trayectorias: Nogales con la pluridiversidad de actividades; Hermosillo con la automotriz, tecnologías de información, eléctrica y metalmecánica; el corredor Guaymas-Empalme, con la industria aeroespacial y médica, y Ciudad Obregón, más ligado a una economía agroindustrial. Se describen las coordenadas en la cuales se mueven los actores en Sonora, un estado que no es líder en variables económicas y tampoco en actores empresariales. También arroja elementos para el análisis comparativo de la entidad respecto del resto de las fronterizas.

Con la visión de 18 personas entrevistadas, en “Entorno empresarial en Ciudad Obregón, Guaymas-Empalme, Hermosillo y Nogales”, se abordan cuatro localizaciones e igual cantidad de orígenes, vocaciones y perfiles empresariales diferentes. En estas entrevistas, los empresarios de Hermosillo observan la ausencia de una “política económica integral” (p. 145), aun cuando se trata del municipio más diversificado económicamente, perspectiva que también comparten los de Nogales. En Ciudad Obregón existe una visión más pesimista sobre la política estatal y la especialización regional, “la industria se encuentra estancada”, “ha sido un error cargar la promoción del municipio a una persona pública” (p. 143).

El punto es que, según los empresarios, no existe una política estatal que dé sentido y apoyo a la industria. Ellos se quejan de eso, pero también entran en controversia con el gobierno: “Es necesario que el gobierno saque las manos en las decisiones de parques industriales” (p. 147). Lo cierto es que en un país donde no existe política industrial, es muy difícil que los estados la diseñen.

Lo anterior propicia que lo poco o mucho del desarrollo industrial y de la formación de clase empresarial que se logre, sea a través de las habilidades y los conocimientos que se van adquiriendo en la práctica, así como de los esfuerzos de proveeduría, nada desdeñables, pero se pueden advertir como aislados, que no forman parte de una estrategia de organización industrial, formación de empresarios y desarrollo.

El capítulo cinco propone las ideas siguientes: “Conocer al danzante por su danza. Las habilidades gerenciales, los poderes que ejercen los empresarios y su influencia en el desarrollo de las ciudades estudiadas” (pp. 181-237).

La autora señala que “en Sonora uno de los efectos más importantes de la inversión extranjera en la maquila ha sido la formación de un sector industrial. En la actualidad la mayoría de los empresarios y directivos de la maquila reconocen la calificación de los trabajadores, que consideran clave para la permanencia de la empresa extranjera” (p. 234).

Asimismo, “si en los años setenta y ochenta la atracción de inversión extranjera se basaba en las ventajas de localización […] a partir de los noventa esta situación empieza a cambiar. Podemos hablar de que en la actualidad en Sonora se ha formado mano de obra capacitada para el sector industrial y se ha formado una clase empresarial local que dirija la IME” (pp. 234-235).

En las conclusiones se desglosa el planteamiento de

[…] cómo fue el tránsito de una IME comandada en el estado por extranjeros a ser dirigida por locales y el de los empresarios sonorenses que lograron con éxito incursionar como proveedores de esta industria. También identificar, contrastar y analizar los poderes que ejercen los empresarios tanto dentro como fuera de la planta, ubicando las diferencias en las decisiones empresariales en las ciudades de Obregón, Empalme, Hermosillo y Nogales (p. 239).

La aportación de este libro es importante a un tema relevante en la historia económica de Sonora, porque lo escudriña, revisa el estado del conocimiento que, llegado a una frontera, se nutre de trabajo de campo para que sean los actores quienes de viva voz expresen su origen, el sentir, la evolución y las aportaciones, pero también las limitaciones; contiene elementos tanto para reflexionar como para polemizar. El tema de esta obra es el interés por conocer las acciones y poderes empresariales en más de un siglo de vida económica, con intenciones industrializadoras. Sin embargo, por alguna extraña razón, la autora nos hace creer, por el título, que primero son las maquiladoras y después los empresarios.

Robles despliega conocimientos amplios de la historia económica y política del estado, rastrea las iniciativas político-empresariales, empresarial-políticas, en tres periodos: el porfirismo, con el poder y las acciones de Ramón Corral; la posguerra, con el proceso de sustitución de importaciones, comandado por un militar-político que devino en empresario, Abelardo L. Rodríguez, y el modelo exportador, donde se resaltan las iniciativas empresariales de Gustavo y María Elena Rigoli, en Nogales. La identificación con estos empresarios parece tan grande, que queda la impresión de que son actores ubicados en la misma línea de importancia histórica que Corral y Rodríguez, pero es evidente que no hay tal paralelismo.

Para cumplir con los propósitos del libro, hubiera sido válido y suficiente comenzar a partir de la década de 1960, con las propuestas, los límites y los logros del gobierno de Luis Encinas, cuyos anhelos de impulsar un desarrollo endógeno se vieron sofocados por la avalancha del proyecto maquilador, un “modelo” que 50 años después demostró sus alcances y límites en materia de industrialización, desarrollo, formación de capital humano y clase empresarial.

Robles es digna de una felicitación por este esfuerzo y aporte a la investigación; las respuestas a las preguntas que les planteó a los actores explican por qué Sonora no es un paradigma industrial.

Esta obra contiene un entramado, a través del cual se pueden rastrear y recrear políticas y estrategias hacia horizontes donde se unen las instituciones del Estado y las iniciativas empresariales, y también los esfuerzos por evaluar, ratificar o desechar sus políticas, y las iniciativas empresariales más agresivas, menos aisladas y más comprometidas. Asimismo, incluye las enseñanzas necesarias para ratificar el rumbo o modificarlo.

Bibliografía

Barajas, María del Rosio, Gabriela Grijalva, Blanca Lara, Lorenia Velázquez, Liz Ileana Rodríguez y Mercedes Zúñiga (coordinadoras). 2009. Cuatro décadas del modelo maquilador en el norte de México. Tijuana: El Colegio de la Frontera Norte, El Colegio de Sonora.

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