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David Figueroa Serrano (2015), Litorales de la memoria. Percepción del territorio y las relaciones interétnicas en Pómaro, Michoacán

Región y sociedad, vol. 30, núm. 72, 2018

El Colegio de Sonora

José Manuel Pérez Sánchez

Universidad Autónoma del Estado de México, Mexico

Michoacán es una entidad de pueblos indígenas, fiestas, paisajes e historias. Litorales de la memoria trata de la región Costa-Sierra del estado; el libro se divide en dos partes, cada una contiene tres capítulos. En la introducción, David Figueroa Serrano, aborda “la cultura, el territorio y la memoria social” (p. 15) de dicha región michoacana, que es interesante porque ha estado inmersa en diversos “procesos socioculturales de confrontación y negociación intercultural” (p. 22), es decir, no está excluida de la vida regional, estatal y nacional. A pesar de los pocos estudios históricos acerca de la región, el autor resalta las investigaciones más significativas realizadas sobre el tema, por ejemplo, la de Donald Brand (1960), Gerardo Sánchez Díaz (1979), José Miguel Romero de Solís (2007), Peter Gerhard (2000) y Carlos Herrejón (2007), entre otros. La diferencia con los estudios anteriores radica en que Litorales de la memoria presenta las formas en que la “población significa y representa su realidad social” (p. 26). Asimismo, hace referencia a la metodología que siguió el autor: el análisis etnográfico e histórico, que lo llevó a entender la dinámica sociocultural local y regional, así como la reelaboración histórica, a partir de la historia oral y el trabajo de archivo.

En el primer capítulo, “Memoria, tradición y oralidad. Una aproximación a la memoria intertextual y la visión del territorio”, el autor delinea la postura teórica conceptual que sustenta su investigación y la información que presenta a lo largo de la obra. En este apartado se considera que la memoria intertextual se forma en las narrativas que surgen desde el pensamiento, se expresa oralmente e interactúa con los textos y es reforzada por la ritualidad y lo comunal. De ahí que sea importante considerar el lenguaje, las narraciones, la escritura y la significación que diversos actores tienen de su realidad. David Figueroa Serrano se pregunta “¿cómo lidiar con la diferencia de significaciones que nos refieren una heterogeneidad cultural […] sobreviviendo en un mar de interpretaciones y de sentidos de realidad?” (p. 40). La respuesta está en el análisis que hace sobre la memoria intertextual, es decir, no sólo la considera como mera tradición, recuerdos o algo pasivo, sino que tiene un carácter dinámico, que se relaciona con la contextualidad oral y permite generar mayor reconfiguración de narrativas. En este sentido y, de acuerdo con el autor, los símbolos en las memorias subalternas como en las hegemónicas tienen un papel importante en la vida y en la narrativa social, por lo que, más que considerar al hombre como homo simbolicus, lo define como homo memoricus, porque “[…] la base cognitiva para significar el mundo está en las tramas narrativas de la memoria” (p. 50).

Otro elemento que se considera en el libro es la tradición oral, donde están presentes las representaciones sociales que se rehacen a través de las experiencias significativas, y en ella están contenidos y aislados no sólo los hechos históricos y las narraciones, sino que son elementos fundamentales del sistema intertextual. Por lo que la tradición oral incluye conocimientos y la comprensión de diversos sentidos como los históricos, espaciales y filosóficos, entre otros. David Figueroa hace una crítica a los exponentes que consideran la tradición oral como algo literario, que se queda en la memoria o en los documentos escritos, o no le dan importancia a la dinámica cultural e intereses sociales gracias a los cuales se mantienen las narrativas. Él parte de la idea de que en la tradición oral se hacen presentes las representaciones sociales que se recrean a través de las experiencias significativas, es decir, la tradición no sólo es el hecho histórico o las meras narraciones, sino que están unidas por el tiempo y el espacio. También propone que la tradición oral es la “[…] interacción de creencias, experiencias y maneras de pensar de un grupo cultural […]” (p. 56), que se trasmiten de una generación a otra desde el presente e incluye elementos simbólicos. A partir de este concepto él va delineando temas como el territorio, la histórica local, la identidad y las relaciones al interior y exterior de las comunidades en la Costa-Sierra de Michoacán.

La obra incluye un análisis de la relación territorio-memoria social, que trasciende un espacio delimitado, Figueroa Serrano se adentra en los procesos geopolíticos y las condiciones que constituyen y dan significado al territorio (construcción social). Su propuesta consiste en considerarlo como un conjunto de expresiones espaciales donde la religiosidad, las cuestiones políticas, las económicas y el uso de los recursos naturales inciden en el espacio, que es como una dimensión cultural, al ser una reconstrucción social y tener un carácter físico y productivo. Si bien, en Litorales de la memoria se considera el carácter simbólico del territorio, la construcción del paisaje cultural y los problemas de tenencia de la tierra, el autor tiene la intención de encontrar las vías de configuración del territorio a través del pasado y la percepción de la problemática interétnica.

El segundo capítulo de la primera parte, “Pómaro en su contexto”, contiene una excelente etnografía de la comunidad. Incluye la parte material e inmaterial, la delimitación espacial, las vías de comunicación que conectan con la región costera, así como la configuración espacial y las características ambientales y económicas de Pómaro. Una peculiaridad de esta localidad es su sistema económico, vinculado con las actividades agrícolas y pecuarias que, junto con la pesca, el turismo, el comercio, la artesanía y la cría de animales de traspatio, tienen un aspecto importante en la vida de la población. El autor no pasa por alto el tema del narcotráfico en la región, y describe cómo inició el cultivo de amapola y marihuana, la incursión de ciertos grupos del crimen organizado y su impacto en el control del territorio. También menciona el desarrollo de la actividad pesquera, la interacción social y la vida cotidiana de los pobladores, según condición de género y edad con el entorno. En cuanto a la religiosidad popular, considera que se relaciona íntimamente con las narraciones locales, y al mismo tiempo las forman, trasforman y resignifican, como los duendes, la brujería, las festividades de “todos los santos”, las danzas y los músicos tradicionales.

Para Figueroa Serrano, la organización política de Pómaro se basa en un sistema dual: instituciones municipales y comunales, como la Asamblea Comunal, que funge como la autoridad local máxima en la solución de conflictos de tenencia de la tierra, uso de recursos naturales y proyectos gubernamentales. A pesar de que los indígenas de Pómaro tienen relaciones estrechas de tipo territorial, político, económico y social con localidades mestizas, al mismo tiempo rechazan lo externo a la comunidad por cuestiones de propiedad de la tierra, discriminación social y étnica.

En el tercer capítulo, “De la sierra a la mar del sur”, David Figueroa hace una retrospectiva a la historia de la región Costa-Sierra de Michoacán. Él va configurando la historia regional desde los primeros pobladores que se asentaron en la sierra y costa, su relación con los españoles en los primeros años de la vida novohispana, la reestructuración y ocupación del territorio por medio de la encomienda, el proceso de evangelización y la reorganización de los asentamientos indígenas en congregaciones y repartimientos. Esta historia continúa hacia el siglo XVII, cuando la reorganización territorial volvió a incidir en los asentamientos humanos, su población y las actividades productivas y su relación con las haciendas y los ranchos. El autor considera las primeras propuestas de desarrollo regional entrado el siglo XVII; éste comprendía colonizar y abrir tierras nuevas para su explotación, la apertura de un puerto en Maruata y la construcción de caminos que conectarían poblaciones indígenas y mestizas con la capital de Michoacán. A partir de estas propuestas de desarrollo y el incremento de grupos mestizos en la región se generó una dinámica interétnica, que se cristalizó en conflictos por la ocupación territorial y propiedad de la tierra.

En el capítulo cuatro de la segunda parte, “Composición del territorio comunal y la tenencia de la tierra en Pómaro, una visión histórica”, se presenta un panorama detallado de la presencia de los grupos indígenas en la región, específicamente de Pómaro, y su relación con las políticas liberales en torno a la propiedad de la tierra desde el siglo XVIII y en años posteriores. Aquí se detalla el proceso histórico y las políticas del Estado para privatizar las tierras comunales, y lo que las poblaciones indígenas tuvieron que sortear para defender sus tierras ante las políticas liberales de la época y, por ende, de grupos mestizos, conflictos de linderos de tierras, incluso de una compañía maderera. El autor concluye que las confrontaciones territoriales representan un problema interétnico en el discurso, por lo que es importante comprender el contexto histórico, así como la interpretación de las narrativas de los nahuas y la defensa de su territorio.

En el capítulo cinco, “Narrativa, historia y oralidad en la percepción de la comunidad”, se presenta la parte sustantiva de la oralidad y la memoria social en la construcción del territorio de Pómaro: “[…] la fuerza de la tradición oral ha sido parte esencial en la legitimación de la propiedad del territorio” (p. 271). Además, contiene cinco directrices de las narraciones orales tradicionales en Pómaro: la percepción histórica de la comunidad, el uso de la tierra, la religión católica, las relaciones interétnicas y el entorno natural. Las formas anteriores se narran y explican en los apartados que hablan sobre las historias mítico-religiosas, los chaneques o duendes, la pastora y la sirena, el brioso, el diablo, el alma, la brujería y el sueño, así como los rituales dancísticos.

Para David Figueroa, las narrativas, junto con el proceso histórico en relación con la construcción de la territorialidad en la región Costa-Sierra de Michoacán, implican la identificación de las fronteras inter e intraétnicas con los grupos mestizos, así como la territorialización del uso, control y percepción de determinados espacios. Él también dedica una parte a la nueva configuración de la región, donde hay presencia del narcotráfico y de políticas de desarrollo, en cuanto a la percepción del territorio entre los nahuas de la zona. Al final hay un apartado de reflexiones respecto a la memoria intertextual, el territorio comunal, la identidad étnica y la tradición oral.

Como conclusión, la obra presenta otra mirada a la tradición oral, la narrativa, el discurso, la memoria y el territorio, las relaciones interétnicas, lo cual se refleja en la estructura y contenido teórico-metodológico. Litorales de la memoria es un referente para quienes estén interesados en la región Costa-Sierra, y en abordar una perspectiva diferente del análisis e interpretación de temas sobre procesos históricos, sociales, ambientales, así como de la memoria y tradición oral en la reconfiguración de los territorios indígenas en México.

Bibliografía

Brand, Donald D. et al. 1960. Coalcoman and Motìn del oro, and ex-distrito de Michoacan, Mexico. Austin: University of Texas.

Gerhard, Peter. 2000. Geografía histórica de la Nueva España, 1519-1821. México: Universidad Nacional Autónoma de México.

Herrejón, Carlos. 2007. Michoacán. Un nombre para regiones distintas. En Historias, nación y región, volumen 1, editado por Verónica Oikión, 181-226. Zamora: El Colegio de Michoacán.

Romero de Solís, José Miguel. 2007. Conquista e instituciones de gobierno en Colima de la Nueva España, 1523-1600. Colima: Archivo Histórico del Municipio de Colima, Universidad de Colima, El Colegio de Michoacán.

Sánchez Díaz, Gerardo. 1979. El suroeste de Michoacán. Estructura económica y social 1821-1851. Morelia: Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo.

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