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Mercado de trabajo de los jornaleros agrícolas en México
Agricultural day laborers’ job market in Mexico

Región y sociedad, vol. 30, núm. 72, 2018

El Colegio de Sonora

Florencio Posadas Segura

Universidad Autónoma de Sinaloa, Mexico

Recepción: 24 Enero 2017

Aceptación: 20 Septiembre 2017

Resumen: El objetivo del artículo es ilustrar la situación del mercado de trabajo de los obreros agrícolas en Sinaloa y Guerrero, México. Aquí se exponen las características de la fuerza laboral en el mercado de trabajo rural, correspondientes a la estrategia para reducir los costos de producción, a partir de la teoría y la metodología configuracionista y el trabajo de campo. Se concluye que los empresarios deciden el perfil sociodemográfico, laboral, salarial y subjetivo de la mano de obra. Los asalariados del campo juegan un papel secundario, se concentran en las estrategias de supervivencia y, de manera incipiente, en la construcción de identidades y formas nuevas de acción colectiva.

Palabras clave: mercado de trabajo rural, jornaleros agrícolas, oferta y demanda, mano de obra, Villa Benito Juárez, Sinaloa, Tlapa, Guerrero.

Abstract : The aim of this article is to illustrate the situation of ag­ricultural day laborers’ job market in Sinaloa and Guerrero, Mexico. It exposes workforce characteristics in the rural la­bor market in line with the strategy for reducing production costs, based on the configuration theory and methodology and the fieldwork. It follows that businessmen determine the socio-demographic, work, wage and subjective profile of workforce. Waged agricultural workers play a second­ary role, focusing on survival strategies and, in an incipient manner, on the construction of identities and new avenues of collective action.

Key words: rural labor market, agricultural day laborers, supply and demand, workforce, Villa Benito Juarez, Sinaloa, Tlapa, Guerrero.

Introducción

La economía neoclásica considera al mercado de trabajo como el encuentro entre la demanda y la oferta de trabajo en un equilibrio virtual; los demandantes y los ofertantes tendrían un conocimiento total sobre él, y no habría monopolios ni acuerdos entre los actores (Williamson 1996). La perspectiva sociodemográfica, en confrontación con la neoclásica, parte del supuesto de que las variables que determinan la oferta de trabajadores son los ciclos de vida, el tamaño de la unidad doméstica, las estructuras de parentesco, la edad o el género, la escolaridad y el tamaño de la familia. Esta orientación se basa en la hipótesis del balance subjetivo entre trabajo y consumo, para establecer la naturaleza de la motivación de la actividad económica de la familia campesina, y cree que la oferta laboral de ésta depende de su ingreso y de la estructura de necesidades que tenga, y que la igualdad ingreso-necesidades determinará si la familia moviliza una fuerza de trabajo mayor o menor (Chayanov 1974).

Para los neoclásicos, el trabajo asalariado es el único mercado laboral, en cambio para el enfoque sociodemográfico, además de éste, hay otras formas como el no asalariado, el doméstico, por cuenta propia y el no retribuido. Sin embargo, es frecuente que en dicha perspectiva los conceptos de estrategias de sobrevivencia, de empleo y de vida tengan una connotación muy racionalista, como la optimización entre renta y ocio, así como las decisiones familiares para movilizar la fuerza de trabajo.

Una familia no sólo depende de las decisiones individuales, familiares y sociales, para ofrecer su fuerza de trabajo, sino también de la demanda que ésta tenga en la producción y sus características, la economía, la cultura empresarial y la gerencial. El estudio completo del mercado de trabajo debería implicar los momentos y factores inmediatos, expresables en precios de demanda y oferta, así como la familia, la empresa, los encadenamientos productivos, el sistema de relaciones industriales, el Estado y los empresarios y sus políticas.

En el fondo de estos enfoques, que en México han sido dominantes para analizar el mercado laboral rural, está el problema de lo que determina el mercado: la oferta o la demanda de trabajo (Rojas 2013; Canabal 2002). Los modelos neoclásico de mercado perfecto, sociodemográfico e institucionalista contienen una serie de supuestos racionalistas, que se contraponen con la realidad social, a los que es posible oponer otro enfoque teórico alternativo de actores que construyen, con ciertas limitaciones, su demanda y oferta de fuerza de trabajo (De la Garza 2012; 2006; 2000a).

El problema de investigación pendiente se relaciona con las características del mercado de trabajo agrícola y los actores sociales que lo construyen: los empresarios o los asalariados del campo. En ese sentido, las investigaciones deberían responder a preguntas como cuántos trabajadores hay, cuál es su perfil sociodemográfico, laboral, salarial y subjetivo y quiénes resuelven esas dificultades.

El empresario es el actor fundamental en la demanda de fuerza de trabajo (Chandler, 2007), que es una construcción social relacionada con el interés económico por la acumulación de capital y la obtención de ganancia, pero muy influida por las características y el destino del mercado de la mercancía producida, el tamaño de las empresas productoras, la propiedad del capital, el nivel de productividad, la región y la escala de concentración empresarial. Estos factores inciden, como variables estructurales, en la construcción de la oferta de ocupación o demanda de trabajo (Hollignsworth y Boyer, 1997). Además, hay que sumar las limitaciones del sistema de relaciones agroindustriales institucionales, como las leyes laborales y de seguridad social, las instituciones de vigilancia de las condiciones de trabajo, los contratos colectivos y los acuerdos corporativos con los sindicatos y las organizaciones gremiales (Williamson, 1996).

La demanda de trabajo es una construcción social del empresario, aunque limitada por diversas estructuras del mercado de las mercancías producidas, y por la demanda de trabajo externa a la empresa, construida y determinada social, política y culturalmente, en interacción con actores como sindicatos, gobiernos y otras empresas, que se configuran y reconfiguran en torno a la construcción de la estrategia y la decisión de cuántas personas emplear, con qué características y cuánto pagarles. En el proceso de dicha construcción también influyen los elementos subjetivos de los conocimientos limitados de los empresarios, sus valoraciones culturales y estéticas, así como las formas de razonamiento cotidiano o de sentido común para complementar sus conocimientos científicos parciales o, independientemente de ellos, los prejuicios, tradiciones, costumbres, rituales o mitos (Ouchi 1980).

Los empresarios pueden poner en circulación diversas estrategias ocupacionales para decidir el número de trabajadores, las calificaciones y los salarios acotados por variables estructurales a un nivel macro (macroeconomía, macroinstitucional, macropolítica, macrocultural) o micro (mercado de la mercancía producida, configuración sociotécnica del proceso productivo, entorno del mercado de trabajo local y externo, de clientes y proveedores, del dinero, de la tecnología, el sindical, el gubernamental y el cultural) (Heckathorn, 1997). Para tomar decisiones, los empresarios combinan aspectos objetivos de diversas ciencias con expresiones subjetivas de las culturas empresariales, corporativas y regionales. Las estrategias de ocupación están relacionadas con las productivas y de gestión de la mano de obra. Tanto para el empresario como para el trabajador, el empleo logrado por el encuentro entre la demanda y la oferta laboral sólo significa el inicio del uso productivo de la fuerza de trabajo (Dosi y Teece, 1993); si se consideran sus restricciones, para la parte empresarial se abren diversas opciones hacia la construcción social de la demanda de trabajo. La estrategia tecnologicista prefiere la fuerza laboral masculina y la de organización la mano de obra con mayor nivel educativo y ambas, en el terreno laboral implican salarios más altos, mayor estabilidad en el empleo y sindicalización. La reducción de costos de producción engloba salarios bajos, jornadas prolongadas, poca calificación y educación y desregulación laboral. Para enfrentar las crisis, en la agricultura mexicana el capitalismo contemporáneo optó abiertamente por reducir los costos de producción, mediante el aumento del tiempo de trabajo y de la intensidad de la explotación, es decir, unir la plusvalía absoluta con la relativa. También prefirió acabar con cualquier autonomía del Estado, y convertirlo en servidor fiel de los intereses de las grandes corporaciones financieras e industriales.

En principio, las necesidades productivas y laborales de las empresas regionales y multinacionales determinan la demanda de los obreros agrícolas1 locales y migrantes, en el marco de la combinación de formas relativas y absolutas de explotación del capital agrícola, en la fase de reestructuración neoliberal de las últimas décadas. Cuanto más grandes son las empresas tienden a emplear más personal femenino, pero las jornadas son más prolongadas, lo mismo ocurre con las agroexportadoras, pero con remuneraciones más altas. El efecto en los salarios nominales, aunque es positivo para las ramas más exportadoras, sobre todo hacia Estados Unidos, tampoco ha sido efectivo para aumentar los salarios. Otras variables macro, así como las políticas económicas antiinflacionarias, han incidido aún más en la evolución de los salarios reales.

Por otra parte, el trabajador asalariado es el actor principal en la oferta de fuerza laboral y, puesto que ofrece su mano de obra en el mercado, también actúa de manera racional al tratar de equilibrar su posible remuneración y la fatiga en el empleo con la falta de retribución y el descanso en la desocupación, por medio de una optimización que resulta inapreciable. Pero, limitados por diferentes estructuras, y a través de un proceso de construcción subjetiva del sentido, los trabajadores toman la decisión de laborar, escogen el lugar para hacerlo y construyen su estrategia de empleo (Della Giusta, 2001).

Hay condiciones estructurales sociodemográficas: edad, género, etnia, escolaridad, estado civil y número de dependientes; también existen otras restricciones, como la experiencia laboral y la calificación. Así mismo, está el ciclo vital familiar y la situación actual en la historia de vida del individuo, además, las estrategias de sobrevivencia y de vida individual o familiar, la ubicación en determinadas redes sociales y las características e instituciones económicas, sociales y culturales del espacio rural y urbano (Granovetter, 1995).

También se tendrían que agregar los aspectos subjetivos vinculados con el conocimiento, los valores culturales, estéticos y discursivos, así como las formas de razonamiento cotidiano sobre el mercado de trabajo en el que pueden insertarse, para construir una estrategia de empleo (De la Garza 2001); entendida como la cadena de decisiones acerca de un curso parcialmente ordenado y consciente de acción, que conduce a medidas tendientes a obtener un empleo. Estas estrategias son implementadas con base en decisiones individuales o colectivas, acotadas por estructuras que limitan o posibilitan las vías de acción, e implican una construcción subjetiva y objetiva o práctica que puede poner en acción al individuo, la familia, las redes de amistad, el parentesco y el paisanaje (Granovetter, 1995).

La construcción de la estrategia de empleo de los que ofrecen su fuerza de trabajo es la integración social del espacio y del territorio donde opera, esto es, el conocimiento, las relaciones y las expectativas acotadas por factores estructurales, subjetivos y de relaciones económicas y sociales (Cicourel, 1996). Para construir la oferta de fuerza de trabajo, los obreros agrícolas locales y migrantes adoptan las estrategias de reproducción y producción de mano de obra, que conllevan la decisión de vender no sólo la fuerza laboral masculina y adulta, sino también la femenil, la infantil y la anciana.

El perfil de la mayor parte de la mano de obra asalariada del campo es eventual, con baja calificación y poca escolaridad, sin parcela, local, adulta, urbana, no indígena y masculina. Además, en la producción de los cultivos principales que requieren asalariados, como chile, tomate rojo, calabacita y tomate verde prevalecen porcentajes altos de mujeres (26 por ciento), indígenas (21), migrantes (31) y personas de mayor antigüedad, de preferencia hombres de edad madura (36 años), con experiencia laboral media de 22 años y nivel educativo bajo (cuarto de primaria), con estabilidad relativa en el puesto y especializados en una labor o máquina, además de un sector minoritario de trabajadores calificados, con salarios más altos (F. Posadas 2015; Instituto Nacional de Estadística y Geografía, INEGI 2011; Secretaría de Desarrollo Social, SEDESOL 2010).

La clase obrera agrícola, en especial los sectores nuevos de trabajadores/as agrícolas y los de ingresos más bajos construyen la estrategia de sobrevivencia y de vida que involucra el trabajo del jefe o jefa y de varios miembros de la familia. Esta clase obrera agrícola, sobre todo la nueva, sufre condiciones muy desventajosas cuando busca empleo en el medio rural, como las siguientes: a) una política económica del gobierno que ha privilegiado la acumulación del capital sobre el bienestar social; b) las disposiciones oficiales de control a la inflación han implicado topes a los aumentos salariales nominales (4 por ciento de incremento para alcanzar 66 pesos diarios, en 2015), que deprimen el salario real (87 por ciento, entre 1987 y 2015) y c) el sector empresarial agrícola interesado en la contención salarial, las empresas reestructuradas que han optado por la reducción de costos de producción basada, en parte, en un enfoque de mano de obra barata (Mines 2010). Las empresas reestructuradas en los aspectos de tecnología y organización, esto es, productiva y laboralmente, también se han ajustado a los topes salariales. La falta de regulación laboral, las bajas tasas de sindicalización, los contratos, la seguridad social y los salarios suficientes, los graves déficits en materia de vivienda, salud, educación e higiene y la seguridad en el trabajo indican hasta qué grado han quedado relegados los viejos preceptos constitucionales de la legislación laboral mexicana. Lo que predomina es la carencia de políticas públicas, estrategias empresariales y movilizaciones sindicales que den respuesta a los graves problemas sociales que conlleva el modelo de desarrollo agrícola neoliberal (Ortega, et al. 2007).

El mercado de trabajo está formado por el encuentro entre la construcción social de la demanda y la de la oferta de trabajo. Estas reconstrucciones no siempre convienen, y en esa medida devienen en articulaciones parciales del mercado. Para el empresario puede ser difícil localizar trabajadores, debido al salario y las condiciones de trabajo y de vida que ofrece, y por no estar preparado para mejorarlos. Entonces, puede reestructurar su proceso productivo para reducir la demanda de trabajo o emigrar a otra localidad y redefinir socialmente el territorio para satisfacerla. Y, quien busca empleo, a cambio de un salario y ciertas condiciones de trabajo y de vida, puede no hallarlo, y no estar dispuesto a deteriorar su oferta de fuerza laboral, por lo tanto, puede emigrar y redefinir el límite socioespacial y territorial de ella. Por lo general, el choque entre la demanda y la oferta de trabajo implica una jerarquía de poder. El empresario tiene mayores recursos para movilizarlos en la construcción de su demanda, pero los trabajadores no cuentan con ellos para construir su oferta. Por tanto, es común que la posición de éste sea mejor que la de los obreros, para fijar condiciones para el empleo, como un aspecto más de la construcción social del mercado de trabajo (Granovetter, 1995; Williamson, 1996); uno de cuyos segmentos principales, ya sea el de la demanda o el de la oferta, puede ser el dominante. En México, en la coyuntura del mercado de trabajo de principios del siglo XXI predominó la parte de la demanda y, en consecuencia, impuso condiciones a la compra, dentro de ciertos parámetros (económicos, políticos, institucionales y culturales) (De la Garza, 2000b). Es decir, condicionó la cantidad de personas ocupadas y las características sociodemográficas, laborales, salariales y culturales de la fuerza de trabajo.

Planteamiento del problema, hipótesis y objetivos

Desde fines del siglo XX han avanzado las investigaciones sobre mercados de trabajo rural en las empresas, las instituciones y las familias, pero de manera insuficiente. Esto a partir de supuestos racionalistas empresariales, institucionales y familiares contradictorios con la realidad social, a los que es posible oponer otro enfoque teórico de actores que construyen, con ciertas acotaciones, su demanda y oferta de fuerza de trabajo. Los actores utilizan códigos de la cultura para decidir cuál será el puesto y el empleado que se va a incorporar al mercado de trabajo. Desde esta perspectiva teórica e histórica, el problema consiste en investigar las características del mercado laboral rural y los actores sociales que lo determinan por el lado de la demanda o de la oferta de fuerza de trabajo. Por lo tanto, lo que se busca es saber cuántas personas emplear y dónde trabajarán, sus características y la cuantía de sus salarios, su perfil sociodemográfico, laboral, salarial y subjetivo y quiénes tomarán estas decisiones.

La hipótesis que constituye el eje de la investigación es la siguiente: la cantidad de empleados y los rasgos sociodemográficos, laborales, salariales y subjetivos de la fuerza de trabajo coinciden con la estrategia de reducción de costos de producción. Por lo que el protagonista principal por parte de la demanda es el empresario y, por lo general, es el que predomina y decide dentro de ciertos límites y en interacción con otros actores. Y por la parte de la oferta, el protagonista central es el asalariado, quien interactúa con otros actores y decide las personas del grupo familiar que van a laborar y dónde, por medio de las estrategias de trabajo, sobrevivencia y vida.

El objetivo de este artículo es explorar la situación en que se encuentra el mercado de trabajo de los obreros agrícolas locales y migrantes, en especial la cantidad de los incorporados, así como sus peculiaridades sociodemográficas, laborales, salariales y culturales correspondientes a la estrategia de reducción de costos de producción y, en ese sentido, comprobar que la construcción del mercado de trabajo rural, por lo general, responde, en primer lugar, a la decisión empresarial y, en segundo, a la de los trabajadores.

Se busca analizar y describir, explicar e interpretar la construcción del mercado de trabajo rural en México, en Villa Benito Juárez, en Sinaloa, uno de los estados con más actividad agrícola y atracción de mano de obra, y con énfasis en los jornaleros agrícolas locales y migrantes originarios de Guerrero, tomando en cuenta que la población de ese estado es muy numerosa en Sinaloa, al igual que en las entidades del norte y, sobre todo, que sus índices de marginación son altos. Por tradición, Guerrero ha aportado los mayores contingentes de mano de obra local y migrante a los campos de Sinaloa; 73 por ciento del total proviene de la región Centro o montaña baja, encabezada por el municipio de Chilapa; La Montaña, por el de Tlapa y la Costa Montaña, por el de Ometepec (Canabal, 2002; Tlachinollan, 2014).

Metodología

El punto de partida es la teoría y la metodología configuracionista, así como la perspectiva reconstruccionista, que propone una apropiación de las contribuciones del constructivismo y un desarrollo consecuente cuando se piensa en los modos de construcción de teorías, datos y proyectos de trabajo (De la Garza, 2012; Retamozo, 2011). Puesto que se consideraron las técnicas de investigación centradas en el problema del sentido y la preocupación por codificar las observaciones con métodos estadísticos, se seleccionó la encuesta estructurada y la entrevista etnográfica semiestructurada, como idóneas para registrar las expresiones subjetivas u opiniones de los jornaleros agrícolas y de los actores principales sobre la construcción del mercado de trabajo rural; en este caso son los locales y migrantes oriundos de Guerrero, y contiene investigación de campo en Villa Benito Juárez y Tlapa, por su estrecha vinculación como polos de atracción y expulsión de mano de obra.

El método operacional de campo consistió en encuestar a trabajadores locales y migrantes pendulares y circulares de Guerrero,2 así como entrevistar a representantes de los actores sociales involucrados en la problemática, como son los líderes de los asalariados del campo, los empresarios agrícolas, los funcionarios gubernamentales, los académicos y los sociales, con el método “bola de nieve” y mediante las redes sociales. Para ello, se contó con el diseño de una encuesta semiabierta, y una entrevista semiestructurada con batería de preguntas y final abierto, que toma en cuenta los conceptos notables y las variables por investigar, relacionados con la cantidad de jornaleros del campo y sus características sociodemográficas, laborales, sociales y culturales.

En 2014-2015, la población de asalariados agrícolas era de alrededor de 140 mil en la zona centro de Sinaloa (García 2001; SEDESOL, 2007), la encuesta se aplicó entre los locales y migrantes originarios de Guerrero, habitantes de la ciudad o del campo; fueron 96 encuestados, de acuerdo con la “fórmula indicada para estimar proporciones y porcentajes en poblaciones finitas” y 100, en consonancia con las “tablas de límites y precisión de confidencia especificados para cantidades muestrales cuando la muestra se da en porcentajes” (Holguín y Hayasi 1993, 216-217; Yamane 1980, 743). Asimismo, se entrevistó a 20 personas (todas autorizaron que sus nombres y cargos aparecieran en esta investigación), entre líderes de los trabajadores del campo y la sociedad civil, como empresarios agrícolas, gobierno y académicos, con el método de la historia oral, consistente en entrevistas grabadas a testigos presenciales del acontecer histórico (Aceves, 1993; Hammer y Wildavsky, 1990). En Villa Benito Juárez, entre 2014 y 2015, un centenar de jornaleros locales y migrantes circulares encuestados se distribuían en colonias, albergues y cuarterías de la zona urbana, y en campamentos privados de la rural. En Tlapa, en el corazón de La Montaña, con 9 325 jornaleros agrícolas migrantes registrados, a fines de 2014 (Tlachinollan, 2014), se aplicaron criterios similares para encuestar a medio centenar de jornaleros agrícolas migrantes pendulares, y entrevistar a 20 actores sociales relevantes con los que interactuaban.

Resultados

Perfil sociodemográfico

En los resultados del estudio de caso sobre el perfil sociodemográfico de la fuerza de trabajo se descubrió que la empresa agrícola en Sinaloa demandaba jornaleros migrantes de Guerrero, originarios prioritariamente de la región de La Montaña y locales exmigrantes, procedentes en su mayoría de la región Centro/Montaña Baja (véase Figura 1).

Figura 1
Jornaleros agrícolas de Guerrero en Villa Benito Juárez, 2014-2015

En relación con los jornaleros agrícolas migrantes, Netzahualcóyotl Bustamante expresó:

En la zona de La Montaña Alta, que es zona mixteca, fundamentalmente migran de municipios como Tlapa, Malinaltepec, Cochoapa el Grande, Iliatenco, Metlatónoc, Copanatoyac y Atlixtac que está en la mitad de La Montaña Alta y La Montaña Baja. En La Montaña Baja, que es zona náhuatl, salen de Chilapa, Tixtla de Guerrero, Ahuacuotzingo y Zitlala y por Costa Chica, que es zona amuzga, Tlacoachistlahuaca y Xochistlahuaca son los lugares de donde migran. Mi estadística habla de unos 19 mil jornaleros agrícolas, la mitad son hombres y la mitad son mujeres.3

Sobre los jornaleros locales exmigrantes, Mercedes Murillo Monge manifestó que: “En Sinaloa desde hace muchos años se han formado pueblos enteros de gente que ya no se regresa a Guerrero, Oaxaca, Veracruz o Chiapas, que inclusive hablan su idioma y se quedan en Sinaloa porque el hambre es más fuerte allá que aquí. En Guerrero no hay trabajo”.4

Además, en Sinaloa había jornaleros circulares, pendulares y locales, que habitaban en viviendas rentadas o propias en la zona urbana de Villa Benito Juárez, y también pendulares y locales, en viviendas prestadas en el área rural. En estas personas predominaba el género masculino, la falta de calificación y las tasas altas de analfabetismo (35 por ciento), así como la baja escolaridad (cuarto grado de primaria); eran adultos con 25 años y más (33 en promedio); jornaleros locales y pendulares con grupos familiares nucleares o extensos; casi todos los pendulares hablaban español y un idioma indígena, sobre todo el mixteco, y había otros que sólo el español. No obstante, la mayoría de los circulares y los locales se comunicaban únicamente en español.

Perfil laboral

En cuanto a las características laborales de la fuerza de trabajo, prevalecían los empresarios o patrones, así como contratistas, intermediarios o “enganchadores”, sindicatos y líderes, que contrataban directa o indirectamente tanto a jornaleros locales como a pendulares, y los trasportaban de Guerrero a Sinaloa; se omitió a casi todos los circulares, que se trasladaban por cuenta propia y eran contratados en Villa Benito Juárez, de manera directa o indirecta por empresas o intermediarios, como se muestra en la Figura 2.

Figura 2
Jornaleros agrícolas de Guerrero en Villa Benito Juárez, 2014-2015 Contratación y trasportación (absolutos y porcentajes)

En relación con la contratación directa o indirecta de jornaleros agrícolas, Crescencio Ramírez Sánchez, puntualizó que: “Regularmente todas la empresas agrícolas contratan de manera directa con la población jornalera de su estado de origen, por ejemplo, puede ser Guerrero, Oaxaca, Chiapas, Veracruz, San Luis Potosí, Puebla, [Estado de] México. Sin embargo, muchas de estas empresas no contratan a la gente directamente, sino que hay un intermediario que es el contratista”.5

En el caso de Guerrero, el contratista Pedro Gálvez aclaró:

Queremos pura gente clave que respete el reglamento de la empresa, no podemos mandar gente nomás por agarrarla y vente para acá, tenemos que platicar con ellos, si están de acuerdo con las reglas que establece el Campo Patricia. Se solicita la bajada de mover a la gente con dinero de la empresa en La Montaña, traerla acá a Tlapa y de aquí tenemos que solicitar un transporte que los vaya a llevar a Sinaloa. Pero, tenemos que aportar una lista para que la apruebe allá la empresa y sino no la aprueban, no puede mandar camiones.6

Las condiciones predominantes eran la falta de contratos o convenios laborales; los contratos verbales; no había compromiso para cumplir con un tiempo de trabajo determinado; no existía un acuerdo para pagar un sueldo específico; no se pagaban los días de descanso obligatorio, en particular el séptimo, vacaciones, primas vacacionales, reparto de utilidades y otras prestaciones; falla en la entrega de aguinaldo, de vivienda y acceso al Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS); la vivienda rentada o propia; las horas de labor promediaban 8.8, 51 a la semana, durante 5.8 días; la jornada de los trabajadores locales era de 9.1 horas, 54.6 semanales, por seis días; para los migrantes pendulares, 9.1, 46.4 a la semana, por 5.1 días; para los migrantes circulares 8.1, 51.8 a la semana, por 6.4 días. En el valle de Culiacán, en promedio, se trabajaban 7.4 meses anuales, los jornaleros locales laboraban durante diez y los migrantes circulares y pendulares lo hacían por seis.

Perfil salarial

Sobre las peculiaridades salariales predominaba la mano de obra asalariada pagada por tiempo (jornada, media jornada y hora). Con una fuerza de trabajo de 54 por ciento de los integrantes de la familia, cada jornalero/a obtuvo una media de 1.6 salarios mínimos (SM) equivalentes a 102 pesos diarios; 95 por ciento ganaba menos de tres SM; 3 por ciento, entre tres y menos de cuatro y 2 por ciento, entre seis y más, como se ilustra en la Figura 3.

Figura 3
Jornaleros agrícolas de Guerrero en Villa Benito Juárez, 2014-2015

Además, la familia jornalera recibió cuatro SM (256 pesos diarios); 43 por ciento, de uno a menos de tres; 17, entre tres y menos de cuatro; 17, entre cuatro y menos de cinco; 7, entre cinco y menos de seis y 16, con seis o más, como se muestra en la Figura 4.

Figura 4
Jornaleros agrícolas de Guerrero en Villa Benito Juárez, 2014-2015

Crescencio Flórez Sánchez subrayó: “Allá en los campos agrícolas lo que pagan es poco, 116 pesos. La familia compra un paquete de maseca, unos tres kilos de frijoles, un kilo de chile o cosas así, que ellos ven si les va alcanzar. Si comen carne, rara vez la comen, cada mes, cada dos meses. O sea, ellos ven pues qué quieren, ora si porque no alcanza, por ejemplo, para vestir los niños, tanto como para esa persona como para su familia”.7

En ese mismo sentido, Fernando Villagómez precisó:

Pensar en que un obrero agrícola tenga una canasta básica ni en sueño, pues con ese salario, se necesitan arriba de tres salarios mínimos, nada más para no morirse de hambre. Pero no sólo es la canasta básica el problema, tenemos educación, vestuario, salud etcétera, y en realidad ese salario no alcanza ni para lo más mínimo, es un sueño guajiro pensar que exista canasta básica para un obrero agrícola.8

Perfil subjetivo

En torno a los rasgos subjetivos de la fuerza de trabajo, entre los y las jornaleras agrícolas prevalecía la apreciación de que el salario era suficiente para adquirir los alimentos básicos; no alcanzaba para pagar ropa, trasporte y diversiones; el sueldo era insuficiente para hacer frente a los gastos de salud y educativos y para comprar bienes inmuebles, como se ilustra en la Figura 5.

Figura 5
Jornaleros agrícolas de Guerrero en Villa Benito Juárez, 2014-2015 Suficiencia (S) e insuficiencia salarial (I)

Desde la perspectiva de Jaime García Leyva, el salario jornalero era insuficiente: “El ingreso no le alcanza al jefe de familia, por eso tiene que trabajar toda la familia, desde el niño más pequeño, el jefe de familia, la madre de familia, hermanos y niñas, y en algunos casos no trabajan, porque tienen que preparar la alimentación de todo el núcleo familiar”.9

Para Salomón Monárrez, los trabajadores agrícolas migrantes eran engañados:

A la mayoría ofrecen pagarles salarios atractivos, pero ya estando en Sinaloa enfrentan una realidad diferente, ya estando aquí tienen que utilizar hasta la propia esposa, los hijos que tengan aun abajo de los 10 años de edad y entre los 10 años y 15 años de edad. Los padres de familia los tienen que utilizar para poder sobrevivir. Los salarios siguen siendo muy castigados, siguen siendo olvidados por los agricultores de aquí de Sinaloa.10

Por lo que toca a sus identidades, ante una problemática laboral y su posible solución, prevalecían los/las jornaleras que no actuaban o sólo recurrían a sus patrones y funcionarios gubernamentales. Con respecto a esta falta de reacción, Fernando Villagómez manifestó: “Los trabajadores agrícolas no reclaman en gran forma porque ya se dan por bien atendidos con que les den trabajo, con asegurar el ingreso para sus familias y llevar algo para sus lugares de origen y aquí los de Sinaloa, bueno ya sabemos la ‘tabla de salvación’, sobre todo del que vive en Los Altos, pues el siembra por allá sus hierbitas”.

Los resultados responden al problema de investigación planteado, consistente en indagar las características del mercado laboral rural y los actores sociales que lo determinan por el lado de la demanda o por el de la oferta de mano de obra. El mayor descubrimiento, con base en los resultados empíricos, demuestra los rasgos sociodemográficos, laborales, salariales y subjetivos de la fuerza de trabajo, perfil que concuerda con la estrategia de empleo empresarial de reducir los costos de producción, que significa baja calificación y educación, jornadas de trabajo prolongadas e intensas, salarios bajos y desregulación laboral.

La conclusión principal es que los actores empresariales o patronales, de manera directa, o sus intermediarios o “enganchadores”, en forma indirecta, deciden en primer término la contratación y movilidad de la mano de obra y, por tanto, su perfil sociodemográfico, laboral, salarial y subjetivo.

En esa dirección, los datos empíricos también demuestran que los trabajadores de manera directa o sus líderes y organizaciones, de forma indirecta, juegan un papel secundario en la determinación del mercado de trabajo y se concentran en las estrategias de supervivencia y, de manera todavía incipiente, en la construcción de identidades nuevas y formas de acción colectiva, como el movimiento social.

Discusión

El análisis comparativo de los resultados de Villa Benito Juárez y Tlapa, sobre el perfil sociodemográfico de los jornaleros agrícolas con los de otros estudios sobre mercados de trabajo de asalariados del campo en México, ilustran tendencias como el descenso absoluto y crecimiento relativo de la cantidad de jornaleros agrícolas demandada por las empresas; decrecimiento de la migración interestatal histórica, interestatal reciente e intermunicipal; mano de obra jornalera agrícola migrante similar a la fuerza de trabajo local; migración preferente de La Montaña y Centro/Montaña Baja de Guerrero; residencia urbana en Sinaloa; gran presencia indígena; envejecimiento de la fuerza de trabajo; masculinización de la mano de obra; analfabetismo elevado y escolaridad baja; estructuración familiar; antigüedad laboral madura y propiedad parcelaria escasa (INEGI 2011, 2001; Mines 2010; F. Posadas 2015; SEDESOL 2010, 2007, 2002, 1997).

Al comparar los resultados de Villa Benito Juárez y Tlapa, sobre las características laborales, con los de otras investigaciones se confirma que prevalecen las condiciones siguientes: la decisión de empresarios y patrones para contratar y trasportar directa o indirectamente fuerza laboral local y migrante pendular, excepto a migrantes circulares que viajan por cuenta propia, y en el lugar de destino son contratados directa o indirectamente por las empresas; hay muchos jornaleros sin contrato; la contratación es verbal; el periodo de trabajo no está determinado; hay menoscabo de salario predeterminado; ausencia de prestaciones laborales; días de descanso sin pago, sobre todo el séptimo; inexistencia de vacaciones pagadas, reparto de utilidades, primas vacacionales, Sistema de Ahorro para el Retiro, capacitación y otras prestaciones; falta de aguinaldo; carencia de atención médica o acceso al IMSS; viviendas rentadas y propias; tiempo de trabajo la mayor parte del año: los jornaleros locales laboran diez meses y los migrantes seis; periodos laborales extensos por semana, más largos para los jornaleros locales y migrantes circulares y más cortos para los migrantes pendulares (INEGI 2011, 2001; F. Posadas 2015; SEDESOL 2010, 2007, 2002, 1997).

En cuanto a las peculiaridades salariales, en esta investigación se ratifica la prevalencia del trabajo por tiempo; 95 por ciento con ingresos individuales menores a dos y tres SM. Sin embargo, al incorporar un promedio de 2.5 jornaleros por grupo familiar, en Villa Benito Juárez, sólo 43 por ciento de la familia percibía menos de tres SM; 17, entre tres y menos de cuatro; 24, entre cuatro y menos de seis y 16, seis o más (Boltvinik 2015; Carton y Lara 2010; De la Garza 2006; Mines 2010; SEDESOL 2007).

En relación con la comparación de los rasgos subjetivos e identitarios de los jornaleros agrícolas sobre el salario familiar, predomina lo siguiente: en México, tres de cada cuatro perciben que es insuficiente para cubrir las necesidades de alimentación, vestido, calzado, vivienda, atención médica y educación, mientras que en Villa Benito Juárez es suficiente para comprar alimentos, no alcanza para adquirir ropa, trasporte y realizar actividades recreativas, tampoco para gastos de atención médica y educación, ni para adquirir una propiedad. En México, ocho de cada diez jornaleros agrícolas manifestaron incapacidad para solucionar sus problemas laborales, mientras que en Villa Benito Juárez seis de cada diez no hacían nada o sólo recurrían a patrones o funcionarios gubernamentales. Los trabajadores tendrían una capacidad limitada para comprar alimentos, ropa, pagar por el trasporte y la recreación, así como para gastar en salud, educación y adquirir propiedades. En los jornaleros predominaría una especie de incapacidad para tratar de solucionar su problemática laboral, con excepción de los migrantes circulares que buscan a sus compañeros y representantes para tal efecto (De la Garza 2006; A. Posadas 2015; SEDESOL 2010).

Un descubrimiento inesperado fue que las jornadas de los migrantes circulares eran más cortas y tenían ingresos más elevados, pues se partía del supuesto contrario: jornadas más largas e ingresos más bajos. Habría que considerar, por una parte, que entre el trabajo por tiempo, por tarea o a destajo no existe una separación tajante. De hecho, hay una especie de combinación entre ambos métodos, un trabajo por tiempo supone simultáneamente el cumplimiento de una tarea precisa y el pago proporcional por ella. Por otra parte, para apreciar mejor las similitudes y diferencias entre los jornaleros locales y migrantes, quizá la muestra tendría que ser más amplia y representativa, que incluya a los locales asentados en poblados y ciudades fuera de las áreas urbana y rural de Villa Benito Juárez.

Conclusiones

El estudio de caso de Villa Benito Juárez, Sinaloa, y Tlapa, Guerrero, muestra los perfiles sociodemográficos, laborales y salariales de jornaleros agrícolas locales y migrantes originarios de Guerrero, propios de la estrategia de disminuir los costos de producción. Por lo tanto, son los actores empresariales agrícolas en Sinaloa y el noroeste de México los que determinan directa o indirectamente el mercado de trabajo del sector. Por ello, se coincide con quienes postulan que la parte de la demanda de trabajo comúnmente predomina e impone condiciones a la compra dentro de ciertos parámetros (económicos, políticos, institucionales y culturales) (De la Garza 2000b), y que en la demanda de fuerza de trabajo, el actor fundamental es el empresario (Chandler 2007; Granovetter 1995; Heckathorn 1997; Hollingsworth y Boyer 1997; Ouchi 1980; Williamson 1996). Así se contradice la perspectiva de la economía neoclásica en la cual los actores demandantes y ofertantes de fuerza laboral tendrían conocimiento total del mercado de trabajo, y no habría monopolios ni acuerdos entre ellos (Williamson 1996). También se opone a la posición sociodemográfica, que considera a las variables como los ciclos de vida, el tamaño de la unidad doméstica, la estructura de parentesco, de edad o de género, escolaridad, nivel educativo y el tamaño de la familia como las que determinan el mercado laboral por el lado de la oferta de los trabajadores (Chayanov 1974).

En Villa Benito Juárez y Tlapa se prueba no sólo que los empresarios hortícolas de Sinaloa y el noroeste de México determinan las peculiaridades salariales de los jornaleros agrícolas locales y migrantes originarios de Guerrero, al implantar su estrategia de reducción de costos de producción, sino también que los/las jornaleras deciden trabajar, dónde hacerlo y con cuántos integrantes de la familia implementando sus propias estrategias de empleo y sobrevivencia. Esto le concede la razón a quienes sostienen que además de las políticas empresariales, en la determinación y disminución de los salarios reales de los trabajadores ha influido mucho la política económica antiinflacionaria del gobierno y de tope salarial nominal (Boltvinik, 2015; Carton y Lara, 2010; Mines, 2010).

También se da la razón a quienes afirman que, limitados por diferentes estructuras y a través de un proceso de construcción subjetiva del sentido, los trabajadores toman la decisión de laborar y dónde hacerlo, y construyen su estrategia de empleo (Cicourel, 1996; De la Garza, 2001; 2000b; Della Giusta, 2001; Granovetter, 1995). Además, se coincide parcialmente con la perspectiva sociodemográfica que cree que la oferta de la fuerza de trabajo de la familia depende del ingreso de ésta y de su estructura de necesidades, y que dicha igualdad ingreso-necesidades determinará que la familia movilice mayor o menor fuerza de trabajo, lo que contradice a quienes sobredimensionan el papel de las estrategias de sobrevivencia en la recuperación salarial (SEDESOL, 2010).

En Villa Benito Juárez y Tlapa se comprueban algunos rasgos subjetivos funcionales de los jornaleros agrícolas locales y migrantes originarios de Guerrero, en cuanto a la reducción de costos de producción y que, con sus estrategias de trabajo, ellos podrían construir nuevas identidades y formas de acción colectiva. Y así coincidir, en parte, con los que plantean una suerte de fatalismo cultural que se refugia en las estrategias de sobrevivencia y no en la búsqueda de nuevas identidades y formas de acción colectiva más amplias, con excepción de movimientos sociales como el de San Quintín, en 2015 (De la Garza, 2006, 2000b; A. Posadas, 2015).

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Notas

1 El concepto estructural del obrero agrícola define a quienes mantienen una relación antagónica de trabajo asalariado-capital, valorizan el capital y para su subsistencia dependen de la venta de su fuerza laboral a cambio de un salario. Empíricamente, el indicador principal es el trabajo asalariado, por lo que se utilizan como sinónimos los términos jornalero agrícola y trabajador asalariado del campo, entre otros (F. Posadas 2015).

2 Para los propósitos de este estudio, los trabajadores locales son los jornaleros agrícolas nacidos en Guerrero y residentes en Sinaloa, donde laboran; los migrantes pendulares son los nativos y residentes en Guerrero, que trabajan por temporada en Sinaloa, y los migrantes circulares son los originarios de Guerrero, pero que trabajan en Sinaloa y en otros estados.

3 Netzahualcóyotl Bustamante, secretario de la Secretaría de los Migrantes y Asuntos Internacionales, del Gobierno del Estado de Guerrero (entrevistado en Chilpancingo, Guerrero, en noviembre de 2014).

4 Mercedes Murillo Monge, presidenta del Frente Cívico Sinaloense (entrevistada en Culiacán, Sinaloa, en agosto de 2015).

5 Crescencio Ramírez Sánchez, coordinador de la Red Democrática de los Pueblos Indígenas de Sinaloa (entrevistado en Culiacán, Sinaloa, en agosto de 2015).

6 Pedro Gálvez, contratista de jornaleros de la empresa Agroexphortalizas, propiedad de René Carrillo, en Sinaloa (entrevistado en Tlapa, Guerrero, en noviembre de 2014).

7 Crescencio Flórez Sánchez, representante del Consejo de Jornaleros Agrícolas de La Montaña (entrevistado en Tlapa, Guerrero, en noviembre de 2014).

8 Fernando Villagómez, secretario general de la Central Independiente de Obreros Agrícolas y Campesinos/Democrática, en Sinaloa (entrevistado en Culiacán, Sinaloa, en agosto de 2015).

9 Doctor Jaime García Leyva, coordinador del Campus-Montaña. Proyecto Universitario (entrevistado en Tlapa, Guerrero, en noviembre de 2014).

10 Salomón Monárrez, presidente de la Oficina del Pueblo, en Sinaloa (entrevistado en Culiacán, Sinaloa, en agosto de 2015).

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