Reseñas

 

Andrés Fábregas Puig (2001), Lo sagrado del Rebaño: el futbol como integrador de identidades

 

René Córdova*

 

Guadalajara, El Colegio de Jalisco, 117 pp.

 

 

 * Antropólogo. Coordinador Ejecutivo de la Red Fronteriza de Salud y Ambiente, A. C. Se le puede enviar correspondencia a Emilio Beraud 6-A, Col. Centenario, Hermosillo, Sonora, México, C. P. 83260, tel (662) 213-45-55, fax (662)212-59-20. Correo electrónico: lared@redfronteriza.org

 

El deporte como fenómeno cultural es de aparición relativamente reciente y su origen occidental y europeo no fueron condiciones favorables para su constitución como objeto de estudio de los antropólogos, quienes han empezado sólo en los últimos cincuenta años a prestar atención al conjunto de prácticas culturales alrededor de los deportes.

Andrés Fábregas, un antropólogo destacado por su trayectoria en el estudio de comunidades rurales, maestro de generaciones y fundador de instituciones académicas, se aventura en la megalópolis tapatía, explora en este breve libro el papel del Club de Futbol Guadalajara y sus seguidores, mejor conocidos como "Chivas", en la construcción y la gestión de las identidades locales, regionales, nacionales y transnacionales.

Al autor, investigador de El Colegio de Jalisco, debemos generaciones de antropólogos reflexiones y enseñanzas sobre la aplicación de contexto de región, el papel de la historia en el estudio de las comunidades y la salida del corsé indigenista para explorar la formación de grupos como los rancheros de los Altos de Jalisco y la construcción de identidades colectivas a través del tiempo y las diferencias étnicas y políticas.

El futbol como espectáculo de masas permite el acomodamiento de las multitudes, dice Gerardo Cornejo en el prólogo, y es que en gran parte gracias a la difusión televisiva este deporte se ha convertido en un integrador de la identidad nacional, al menos de una de sus vertientes, que como veremos más adelante no por mayoritaria es exclusiva ni hegemónica.

El texto, donde el autor reporta más de dos años de entrevistas, observaciones en los estadios y visitas a las casas de los aficionados, está dividido en cuatro capítulos: el estadio por fuera (premisa menor), el estadio por dentro (premisa mayor), los significados del Rebaño Sagrado (juicio) y el futbol: un tema abierto (escolio), además de un apéndice con datos históricos, técnicos y una bibliografía.

El estadio por fuera es descrito como el espacio integrador de los asistentes, donde los domingos se confunden los fieles y se construye el "nosotros" a partir de grupos familiares o nucleares en un banquete colectivo de birria, pozole y tacos.

Por dentro el estadio relata la distribución del público según sus posibilidades económicas de pagar un boleto, la distinción se hace evidente y la congregación se organiza con criterios externos a la fe futbolera.

La élite en los palcos hace negocios, desayuna fuera de la comunión de los puestos callejeros y sigue el partido por televisión; la clase media en la cómoda sombra del medio pelo; los pobres en las alturas, cerca del cielo prometido y aunque lejos del centro del rito en el centro de la acción.

En el interior los jugadores, la misa en una capilla privada dedicada a la Virgen de Zapopan, en un espacio que fusiona y articula identidades y rituales muchas veces divergentes.

De la descripción del partido merece destacarse el análisis del árbitro como imagen de poder temporal, que como los antiguos reyes del bosque recibe la violencia contenida de los sometidos de siempre, la frustración de quienes no pueden enfrentar directamente a los poderosos permanentes.

Los jugadores son campeones en el sentido caballeresco del término, adalides de sus seguidores que gozan y sufren en una participación vicaria de la victoria buscada o los reveses siempre temporales.

En el escolio técnico se exploran los significados de este enfrentamiento físico regulado, de violencia masculina ritualizada, controlada por un puñado de reglas básicas compartidas y conocidas por todos.

Fábregas Puig analiza el papel del equipo Guadalajara como catalizador de la identidad regional jalisciense, de su papel como portaestandarte de lo regional frente al centro, de lo popular frente a la élite y sus medios de comunicación, ante los cuales acaba de caer al firmar un contrato de transmisiones con la demoníaca Televisa, al menos en esta visión dualista.

Pero el campeón tiene también enemigo en casa, el equipo Atlas, señalado junto con sus seguidores como secta portadora de una identidad frustrada de avance social de las clases medias suspirantes, como herejes en las garras de una identidad alternativa a la verdad "nacionalista y popular" defendida por el autor convertido en evangelista "rayado".

En esta visión anatemizante de las diferencias se diluyen los conflictos existentes en la gestión de las identidades. El futbol como negocio monopólico y con canonjías y privilegios legales y extralegales es apenas tocado, así como el papel de la feligresía que se ve obligada a vivir su fe in partibus, en las lejanas tierras del Norte, de donde regresan al santuario-estadio a buscar confirmación de su identidad mexicana que, por otro lado, fue recientemente negada por el equipo al negarse a contratar en su plantilla exclusivamente mexicana a un jugador nacido en el exilio, lejos de la "tierra mojada".

Es evidente en este trabajo que el peligro mayor de la antropología no son las amibas o el ataque de las serpientes, sino la absorción por los valores de la cultura estudiada en que el estudioso se sumerge protegido por su teórica escafandra. Andrés Fábregas presenta una buena etnografía de los partidos, pero no llega a problematizar sus hallazgos, no escarba en las grietas abiertas en la corteza de las múltiples identidades que portan sus sujetos, que son a la vez tapatíos, jaliscienses, mexicanos y "chivas", al menos en el ideal, porque la realidad, siempre terca e impermeable a las simplificaciones, permite la existencia de los conflictos de clase, de género, de generación, de expectativas y de bagajes culturales a pesar de los esfuerzos y los espacios integradores o masificadores como el que generan la práctica profesional de los deportes de equipo.

Esta obra de Andrés Fábregas nos plantea la necesidad de investigar más y reflexionar sobre el papel de las prácticas deportivas en sus distintos niveles, como jugadores, espectadores, asistentes a estadios, lectores o receptores de noticias, seguidores de equipos o simples mirones.

Los equipos profesionales se han convertido en los nuevos símbolos urbanos, en un espacio para gestionar identidades no sólo locales, sino que, al igual que las mismas ciudades, ciertos equipos, como Las Chivas, despiertan expectativas e identificaciones más allá de sus murallas inmediatas.

Es de notar, como contraejemplo, la gestión de las fanaticadas en la Liga Mexicana del Pacífico de Béisbol, donde los equipos tienen fuertes raíces locales a pesar de que raramente sus jugadores son originarios de la ciudad cuyos colores defienden.

Los Mayos de Navojoa contrataron sólo mexicanos a principios de los ochenta en medio de una crisis cambiaria y ganó la serie y el derecho a representar a México en la Serie del Caribe, donde, a pesar de los refuerzos de otros equipos, no logró ganar un solo partido. Quizás esa experiencia, compartida por otros equipos mixtos, impida el surgimiento de una identidad basada en la contratación local, ya que el prestigio de una ciudad frente a sus cercanas competidoras regionales se basa en su capacidad de contratar extranjeros capaces de ganar juegos.

En el esquema regional, el sistema de ciudades de la LMP no enfrenta las disparidades del sistema nacional, al menos desde la expulsión o salida de los Potros de Tijuana, no hay un centro concentrador que despierte las envidias y recelos generales, sino una rivalidad general que genera condiciones de competencia que permiten que al menos una vez cada diez o veinte años cada equipo vaya a la Serie del Caribe con la franela tricolor, y si la serie se lleva a cabo en la región, despierte el apoyo unánime presencial o a través de la televisión de los amantes del Rey de los Deportes, que por cierto sigue esperando un antropólogo que cante sus gestas y sus glorias en la generación y la gestión de las identidades regionales y locales en un mundo cada vez más globalizado y uniforme.

El texto de Fábregas nos ofrece un punto de apoyo para emprender esfuerzos en el análisis de las identidades regionales y su relación con los deportes profesionales, y en el caso del noroeste, ofrece un magnífico contraejemplo casi en cada uno de los apartados en que presenta sus resultados (dentro y fuera del estadio, la distribución de los fanáticos y el papel del catolicismo); quedan por explicarse estas diferencias desde la realidad regional. Habría que buscar nuevos matices que nos permitan conocer cómo se divide el "nosotros" que se forma gracias a la afición y cómo gestiona cada grupo su afiliación y sus distintos niveles de compromiso y participación en el proceso.

La obra resulta de lectura obligada para los partidarios de las Chivas, para los científicos sociales interesados en el deporte o en la gestión de las identidades regionales y definitivamente placentera e informativa para quienes no entramos en estas categorías.