Reseñas

 

José Manuel Valenzuela Arce (1998), Nuestros piensos. Culturas populares en la frontera México-Estados Unidos

 

Miguel Manríquez Durán*

 

México, Dirección General de Culturas Populares-CONACULTA, 312 pp.

 

* Profesor-investigador de El Colegio de Sonora. Correspondencia: Av. Obregón 54, Col. Centro Hermosillo, Sonora,México C. P. 83000. Correo electrónico: sietesoles@hotmail.com

 

La obra intelectual de José Manuel Valenzuela Arce es ya un largo, complejo y diverso periplo que comprende varias publicaciones que, desde fines de los ochenta, apuntan hacia el espacio fronterizo del norte mexicano y sus expresiones culturales sincréticas, conflictivas e interactuantes. Sus aportaciones a los estudios culturales no son recientes ni dispersas, sino sistemáticas, originales y, sobre todo, esclarecedoras; por ello no sorprende su libro Nuestros piensos. Culturas populares en la frontera México-Estados Unidos. El texto comprende seis capítulos, un anexo de corridos y una amplia bibliografía sobre el tema que constituye una orientación fundamental para el interesado en los estudios culturales.

El primer apartado ("Avatares de lo popular") es, a mi juicio, el más enriquecedor, toda vez que aborda una discusión teórica acerca de la cultura popular. Esta revisión remite a perspectivas de suyo novedosas en su momento: la tradición gramsciana, el hibridismo cultural de García Canclini y las identidades profundas de Guillermo Bonfil Batalla, la cultura popular y su relación con la cultura obrera, sin olvidar a los medios, la masificación y la cultura popular en el contexto de procesos complejos tanto de urbanización como lo fronterizo. En este capítulo, Valenzuela reflexiona acerca de lo popular, que se caracteriza tanto por su dimensión relacional como por sus ordenamientos colectivos, se constituye también como ámbitos de interacción social que son expresión y reproducción de las asimetrías tanto sociales como económicas y simbólicas. Luego de plantearse la cultura popular a partir de propiedades tales como su hibridez, las identidades, la masificación y la renovada emergencia de los medios que construyen y destruyen referentes de lo popular, Valenzuela considera que "las culturas populares [son] la construcción de un ordenamiento y sentido socialmente significativos de los sectores sociales no dominantes o subalternos, independientemente del origen de los componentes simbólicos que participan en la configuración de ese orden significativo".

Repensar la cultura popular es la propuesta del autor, sobre todo si la ubicamos en condición fronteriza. Por tanto, estamos ante un asunto nodal de este texto: las culturas populares en la frontera México-Estados Unidos, lo cual constituye su siguiente capítulo. Si bien la frontera es algo más que un espacio físico y tridimensional, es en la percepción de éste en donde la captación sensorial e intelectiva del medio se torna distinta y diferenciada por las formas de aprehensión de ese espacio. En otras palabras, la percepción física es también una percepción mental, es decir, simbólica, en donde los sujetos construyen sistemas para manejar el mundo a partir de su experiencia, en este caso desde lo popular. En este sentido, José Manuel Valenzuela acude a la diversidad en las expresiones culturales fronterizas para resaltar el hibridismo que actúa sobre campos sociales y experiencias sincréticas no menos complejas en donde sus componentes son no sólo las culturas indígenas que coexisten con los desencuentros regionalistas, tales como el "antichilanguismo" o "antigüachismo", o bien que abrevan de los mitos y la imaginería, la música popular y las culturas fronterizas.

El capítulo tercero ("Voy a dar un pormenor: corridos y cultura popular") es más particular: revisa aquellos "procesos peculiares de creación y representación de las culturas populares fronterizas "tales como los corridos, la música norteña y la grupera, así como su función social. Es por ello que este apartado no sólo es vital, autónomo y anecdótico, sino que también construye una visión histórica desde una óptica amplia, prosaica y reflexiva. El análisis de Valenzuela le permite ahondar en estos géneros musicales como formas de representación y memoria de mitos y personajes que habitan el espacio simbólico de la frontera. Igualmente, da cuenta de los profundos cambios y transformaciones que la música en la frontera vive desde el corrido hasta las quebraditas, desde la norteña hasta la cumbia ranchera. Para completar su acercamiento, el autor se ocupa de aquellos personajes que el cine edifica; en el capítulo cuatro ("Ni de aquí, ni de allá: los símbolos populares en las películas de la India María") busca establecer las formas de representación en la relación entre popular y fronterizo a través de una producción cinematográfica. Para ello se vale de recursos diversos como, por ejemplo, análisis del discurso para arribar a una noción interpretativa en donde confluyen lo femenino y lo popular, la transgresión y la pobreza, el discurso del poder y las mujeres calzonudas, construyen un imago popular y memorioso.

En el siguiente apartado, "Mística popular de la frontera México-Estados Unidos", analiza cuidadosamente algunos cultos que alimentan la memoria social, tales como Juan Soldado en términos de religiosidad popular y como Santo de Indocumentados, en tanto que responde a las necesidades e indefensiones que los migrantes fronterizos padecen.

En "Tratado de Libre Comercio e identidad cultural", el autor ubica aquellos elementos que permiten avizorar efectos culturales a partir de procesos de integración económica. Así, las culturas de frontera, las identidades sociales, la zona libre, el debate sobre el Tratado Trilateral de Libre Comercio, los medios de comunicación, son cuestiones que el autor evalúa dentro de los procesos migratorios y el sincretismo fronterizo. En ese escenario de interacción fronteriza concurre, principalmente, un proceso de asimilación en donde aparecen como determinantes fundamentales el contacto con los flujos de la economía del sur de Estados Unidos, la relativa autonomía respecto a la industria nacional, los fuertes vínculos en relación con la soberanía política y las expresiones socioculturales de identidad nacional. En otras palabras, quedan en evidencia las relaciones de los procesos económicos y sociales internacionales con las coyunturas internas que están modificando no sólo los sistemas de relaciones en la sociedad fronteriza, sino también en el seno de las culturas populares, cuyo venero, como ya se sabe, se encuentra en las minorías vulnerables y alejadas del fervor nacionalista oficial, ya que encuentran, en sus símbolos y expresiones apropiadas, una imagen de sí mismos respecto al mundo.

Lo que el texto de Valenzuela establece es que la frontera se percibe más que como provincia limítrofe de una cultura, y permite concebirla como espacio social fuertemente permeado por la interacción simbólica permanente. Esto marca su diferencia frente a otras regiones, toda vez que en el espacio social simbólico y fronterizo confluyen características tales como las pautas culturales a las que distinguen relaciones de dependencia, subordinación e interacción; los patrones de consumo y tiempo libre se encuentran imbuidos en una tradición popular; así como el fuerte sentido de pertenencia regional fronteriza más que nacional, i. e., existe una identificación con el nacionalismo en cuanto a marco común, tradiciones y costumbres, así como el impacto que surge de la convivencia con Estados Unidos y por los deseos de conservar la mexicanidad como forma de vida y de conducta pero desde lo popular.

Otro par de aportaciones del texto de José Manuel Valenzuela son el anexo de corridos y la profusa y actualizada bibliografía. En otras palabras, lo que el texto nos recuerda es que la reflexión sobre la cultura deberá pasar al análisis de los ámbitos locales, los modos de vida populares, los hábitos de consumo, los símbolos y valores, los movimientos sociales, las experiencias autogestivas, las expresiones artísticas y el conjunto de aquellos mecanismos cotidianos de la reproducción social en donde los sujetos son productores de prácticas y experiencias culturales en situación fronteriza. También nos remite a un asunto fundamental: la centralidad que tiene la reflexión acerca de la necesidad de revisar los supuestos teóricos fundamentales, a abordar críticamente la concepción misma de cultura y, en consecuencia, a plantearnos el carácter y orientación posibles e inmediatos de esa reflexión sobre la cultura popular centrada en las dimensiones cualitativas de la sociedad.

Si bien los conceptos que revisa Valenzuela no están acabados y son perfectibles, es indudable que el autor parte de teorías que cuestionan la pasividad y el estatismo de aquellas propuestas teóricas sobre cultura que no consideran la evolución y el desarrollo de las ideas en el plano de la historia. En todo caso, la riqueza de este trabajo radica en que nos permite repensar y, en el mejor de los casos, criticar aquellas concepciones culturales basadas o sustentadas en abstracciones inocuas, endebles y, por lo mismo, cuestionables que sólo pretenden cortar con la misma tijera la diversidad de las expresiones artísticas y culturales de la frontera. Por último, el libro de José Manuel Valenzuela enriquece aquellos estudios y aquella tradición académica de la que el propio autor es artífice y referencia.