Reseñas

 

Juan Manuel Romero Gil (2001), La minería en el noroeste de México: utopía y realidad, 1850-1910

 

Camilo Contreras Delgado*

 

México, D.F., Universidad de Sonora y Plaza y Valdés, 373 pp.

 

El Colegio de la Frontera Norte, Tijuana, Baja California, México. camilo@colef.mx.

** Profesor-Investigador de El Colegio de la Frontera Norte, Dirección Regional de Monterrey Técnicos #277 esq. Río Pánuco, Col. Tecnológico, C.P. 64700, Monterrey, Nuevo León, México. Tel. 01 81 8358-6401. Correo electrónico: camilo@colef.mx.

 

Desde hace más de una década han aparecido una serie de valiosos estudios históricos de la minería mexicana. Lo que hace diferentes a estos trabajos es su perspectiva regional, es decir, hay un esfuerzo por mostrar las articulaciones de la minería con su entorno local, regional e internacional; son los casos de Empresas y trabajadores en la gran minería mexicana 1900-1929, de Nicolás Cárdenas; Enclaves y minerales en el norte de México. Historia social de los mineros de Cananea y Nueva Rosita, de Juan Luis Sariego, entre otros. Es en esta corriente donde podemos ubicar la obra de Juan Manuel Romero Gil.

Los anteriores textos del autor estaban encaminados a construir la historia económica de la minería que él llama del noroeste. Es más, en ocasiones es notoria su pasión por el tema, pasión natural que le viene por ser nativo de uno de los lugares con mayor tradición minera en Baja California Sur: Santa Rosalía.

La minería en el noroeste de México: utopía y realidad 1850-1910 cubre dos grandes aspectos de la minería de Baja California Sur, Sonora y Sinaloa. Por un lado, en su mayor parte, reconstruye la historia económica y, por el otro (en el último capítulo) reconstruye la historia social. Con profusión de fuentes y documentos el autor argumenta y demuestra. Romero Gil revisó archivos históricos y bibliotecas nacionales y extranjeras. El libro cuenta con una gran cantidad de cuadros estadísticos y con una serie cartográfica que permite ubicar los procesos descritos. Sin embargo, la mayoría de los mapas carecen de claridad, factor que dificulta su lectura.

El autor muestra que en el primer periodo de estudio, 1850-1880 (capítulos 1 y 2), las pequeñas explotaciones fueron absorbidas por el capital extranjero que hacía sus primeras apariciones en un espacio caracterizado por la baja densidad de población, la escasez de agua y de vías de comunicación, y por su lejanía del centro de México. El capital foráneo (comerciantes) desplegó como estrategia de posicionamiento inicial la asociación con mineros locales (p.32). Lo que comenta ha sido destacado por otros estudiosos de la minería mexicana y sudamericana.1 Lo anterior nos sitúa ante la posibilidad de hacer una historia comparada de las historias económicas y sociales de las distintas regiones de México.

En el primer periodo analizado destaca el inicio de la configuración de la dependencia del capital y del mercado extranjeros (francés, inglés, estadounidense). También es relevante el comienzo de un mercado transfronterizo. Romero Gil da seguimiento a los actores económicos (como lo fueron los ex militares y los mineros de Estados Unidos) visibles del expansionismo sobre territorio mexicano. Es decir, nos conduce entre diversos niveles y dimensiones de análisis para reconstruir el entorno de la minería del noroeste.

Entre 1880 y 1910 el estudio marca la primera etapa de la modernización de la minería del noroeste (capítulo 3). La estabilidad política nacional fue marco fundamental para definir un esquema jurídico "acorde a los principios del liberalismo", así como una política de fomento que incluía la minería y la colonización (p.107). También fue parte de la modernización el funcionamiento del ferrocarril que unió fronteras y puertos, la operación del sistema telegráfico y la comunicación telefónica, la construcción de obras hidráulicas. Por el lado de lo externo, apareció una creciente demanda de minerales industriales, entre ellos el cobre. Otro parangón del estudio de Romero Gil en el noroeste es el ferrocarril como medio más eficaz de articulación regional y de los minerales con sus mercados interno y externo. En Sonora el ferrocarril funcionó en 1882 mientras que en Coahuila, estado con los mayores yacimientos de carbón, este medio de transporte inició recorridos el año de 1884 (González, 1997).

El autor menciona un añejo indicador del centralismo mexicano. Las autonomías estatales también fueron minadas conforme avanzó el liberalismo autoritario porfirista: la Ley Federal de 1887 redujo considerablemente los impuestos que el gobierno local percibía de los negocios mineros (p. 1 52). Otro rasgo de centralismo fue el asociado a la impunidad que gozaban las empresas gracias a la protección del gobierno federal en detrimento del gobierno estatal, o del gobierno estatal en detrimento del gobierno municipal.2

La consolidación de la minería del noroeste se dio entre 1890 y 1910 (capítulo 4). Además de las bases jurídicas, políticas y materiales, el auge de los metales industriales y preciosos fueron fundamentales. La modernización se expresó en la ampliación y diversificación de la tecnología de extracción y beneficio del mineral, en el invento de la cianuración y la aplicación de la electricidad. Esta etapa no habría sido posible sin la difusión tecnológica.

La propagación del uso de la energía eléctrica encumbró al cobre en los mercados nacionales e internacionales. Las tres empresas mineras más importantes en la región fueron la Compañía El Boleo, en Santa Rosalía, Baja California; la Cananea Consolidated Copper Company (4C) y la Moctezuma Copper Company, en Sonora. En el texto se destaca la vulnerabilidad en que cayó la región al quedar atada a los vaivenes del mercado internacional. Según los datos presentados en el capítulo 5, de 419 minas registradas en 1907, solamente trabajaban 51 al finalizar ese año (p. 242), ni el ambicioso William C. Green pudo conservar su 4C. El autor brinda argumentos en dos aspectos cruciales en la historia económica de México (no sólo minera): la participación del país en la división internacional del trabajo, con sus consecuentes ventajas y desventajas, y la lucha de clases entre un proletariado en formación y la clase empresarial. Según Romero Gil, ante la crisis, los trabajadores probaron distintas estrategias de sobrevivencia y resistencia: desde la violencia social, las huelgas y los paros laborales hasta la resistencia cultural. Mientras los empresarios debilitaban y provocaban a los obreros nacionales al contratar mano de obra barata procedente de China y Japón. Este capítulo también es un aporte a la historia laboral del norte de México.

El capítulo 6, el último del libro, está dedicado a la historia social de los minerales del noroeste. Los aspectos más destacables son el inusitado crecimiento demográfico, la urbanización y la formación de un mercado de trabajo regional. Otros estudios sobre los minerales ya han documentado el dominio de las empresas en los espacios no sólo laborales, sino también públicos. Ellas se encargaron del diseño, control y la administración de "sus" ciudades. El mercado de trabajo fue construido a fuerza de estrategias bien planeadas (enganche de trabajadores nacionales y extranjeros, pago de mejores salarios que en el resto del país, incluso el pirateo entre empresas de la región).

Varios aportes de la obra son la abundancia de información, su sistematización, y, en algunas partes, los intentos de síntesis. Algunos de los conceptos más utilizados por el autor son la difusión tecnológica y el mercado de trabajo. Echamos de menos no sólo la definición de estos conceptos, sino también la identificación de la escuela desde la cual se trabajan dichos conceptos. El volumen contiene suficiente material empírico como para reconstruir y proponer sus propias conceptualizaciones de mercado de trabajo y difusión tecnológica en el entorno regional descrito.

En suma, La minería en el noroeste de México: utopía y realidad 1850-1910 es una obra que habrá de colocarse entre las más importantes de la literatura referida a la historia económica de la minería en México. Será una lectura útil para quienes deseen conocer en detalle la historia de la minería en el noroeste mexicano de fines del siglo XIX y principios del XX.

 

Bibliografía

Cárdenas García, Nicolás (1998), Empresas y trabajadores en la gran minería mexicana (1900-1929). La revolución y el nuevo sistema de relaciones laborales, México, Instituto Nacional de Estudios Históricos de la Revolución Mexicana, 362 pp.

Contreras Delgado, Camilo (2001), Espacio y sociedad. Reestructuración espacial de un antiguo enclave minero, México, El Colegio de la Frontera Norte, Plaza y Valdés, 191 pp.

González Morales, Ángel (1997), El ferrocarril en la Comarca Lagunera 1880-1910, Torreón, Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa, División de Ciencias Sociales y Humanidades, Tesis de maestría, 115 pp.

Sariego, Juan Luis (1988), Enclaves y minerales en el norte de México. Historia Social de los mineros de Cananea y Nueva Rosita, 1900-1970, México, CIESAS-Casa Chata, 430 pp.

Zapata, Francisco (1992), Atacama: desierto de la discordia. Minería y política internacional en Bolivia, Chile y Perú, México, El Colegio de México, 178 pp.

 

Notas

1 Para el particular véanse: Francisco Zapata (1992) y Camilo Contreras Delgado (2001).

2 Fue el caso del monopolio instituido por la empresa El Boleo (en Baja California Sur) sobre el comercio en los centros mineros. Esa empresa prohibió el comercio libre en el mineral, suprimiendo una fuente de ingresos para el municipio (p. 317).