Reseñas
Joel Verdugo Córdova (2004), El movimiento estudiantil en la Universidad de Sonora de 1970 a 1974. Un enfoque sociohistórico a partir del testimonio oral
José Marcos Medina Bustos*
Hermosillo, Sonora, Serie Cuadernos Cuarto Creciente no. 9 El Colegio de Sonora, 248 pp.
* Profesor-Investigador del Programa de Historia Regional de El Colegio de Sonora. Se le puede enviar correspondencia a Av. Obregón 54, Col. Centro, C. P 83000, Hermosillo, Sonora, México. Correo electrónico: mmedina@colson.edu.mx
El trabajo de Joel Verdugo se desarrolla en una encrucijada, ya que por un lado busca cumplir con los requerimientos de la investigación académica que le exige reflexionar acerca del contexto y el marco conceptual en el que ubica su objeto de estudio, así como hacer explícita su relación personal con el mismo, en cuanto participante y testigo presencial de muchos de los acontecimientos que analiza. La otra parte de la encrucijada se manifiesta en un incontenible deseo de reconstruir los hechos que marcaron su etapa de joven preparatoriano, que se puede entender tanto como un ejercicio de exteriorizar aquellos recuerdos o como la necesidad que tienen los seres humanos de recurrir al pasado en busca de identidad, necesidad que hace miles de años Herodoto formalizó en el género discursivo que posteriormente se llamaría Historia, al pretender dar a conocer los grandes hechos de los griegos para que no se olvidaran.
El autor hace explícitas las limitaciones de su trabajo, principalmente aquéllas relacionadas con las fuentes que utilizó, ya que en gran medida son orales, es decir, entrevistas a personas que desempeñaron un papel protagónico, tanto a favor como en contra del movimiento estudiantil. Desde mi punto de vista, esa supuesta limitación es una de sus virtudes, ya que recupera información y la visión de los actores, en donde la criticada subjetividad de los mismos se convierte en otro elemento para acercarnos a la realidad difusa y polivalente de los tiempos pasados. Además, utiliza fuentes documentales, como impresos de la época, periódicos y actas del Consejo Universitario, con las cuales contrasta las declaraciones de los entrevistados. Si el autor hubiera consultado los archivos judiciales tendría más información y elementos, pero eso se podrá hacer posteriormente, ya sea por él mismo o por otros investigadores, para agregar la visión del aparato de Estado y de sus agentes, que no es menos subjetiva que la de los protagonistas que aquí se presentan.
La estructura del trabajo comprende tres grandes secciones: primeramente una introducción de carácter teórico-metodológico; después la investigación propiamente dicha, desglosada en capítulos que coinciden con la periodización del movimiento estudiantil que construye el autor a partir de lo que considera puntos de inflexión; finalmente, en la tercera sección presenta sus conclusiones, un epílogo y dos anexos. Los anexos son interesantes porque se refieren a una ampliación de dos temas que son tratados a lo largo del libro de manera ligera, pretendiendo no cansar al lector; éstos son el entorno cultural de los años sesenta y principios de los setenta y una tipología de los actores colectivos.
El texto de Joel Verdugo ejemplifica que la academia y la pasión no están peleadas, sino que, al contrario, una y otra se pueden apoyar, pues logra un escrito equilibrado, en donde se combina la narración con la explicación, de lectura asequible para un público no especializado, pero con la suficiente profundidad para ser atractivo a los interesados en los movimientos sociales. Resalta la escritura fluida, aderezada con comentarios muy al estilo personal del autor, con lo cual logra mantener la atención del lector.
El primer capítulo corresponde a los "Antecedentes", donde se aborda de manera somera la situación socieconómica y política de México y Sonora a fines de los años sesenta. Se destaca el llamado "milagro mexicano", que significó crecimiento económico, ampliación de las clases medias, masificación de las universidades, pero que terminó en medio de una crisis política, en gran medida por el enfrentamiento del gobierno con el movimiento estudiantil de 1968, lo cual propició el surgimiento de grupos guerrilleros de ideología socialista, así como una respuesta gubernamental que combinó la llamada "guerra sucia" con la denominada "apertura democrática".
Para Verdugo, los elementos anteriores se conjugaron con una crisis generacional en la que los jóvenes, principalmente universitarios, cuestionaron el mundo de los adultos y desarrollaron una contracultura que se manifestaba en ejercitar la libertad individual en aquellos asuntos que más escandalizaban al orden establecido, como el desprecio a la mercantilización, la irreverencia a la autoridad tanto pública como privada, la liberación de los sentidos a través de la experimentación con drogas y la práctica del amor libre.
De acuerdo con el autor, estos años en Sonora, y especialmente en Hermosillo, vieron surgir un nuevo tipo de joven universitario, un tipo de jipi, fronterizo, clasemediero, los llamados azules, debido a su preferencia por el uso de la mezclilla, distintos de los jipitecas, la versión sureña, "guacha o chilanga, sin incluir en esto ningún motivo xenofóbico", según nos dice Verdugo, que se apropió de espacios universitarios como las escalinatas del Museo y Biblioteca, para darles un nuevo uso en el que predominaba la comunicación horizontal.
Del desarrollo de esta nueva sensibilidad surgió el grupo Germen, que se dio a la tarea de poner en duda el orden social desde la cultura y la vida cotidiana, así como a difundir a través de un órgano impreso "Una nueva visión para un mundo nuevo", como rezaba su lema. En gran medida, para el autor, los valores y actitudes que identificaron a los jóvenes en esta etapa rebasaron las fronteras gracias a la masificación de medios de comunicación como el cine y la televisión, que difundían imágenes y noticias de las protestas juveniles en Estados Unidos, Francia y Europa oriental, así como la música y la visión del mundo y la vida de los rockeros de la época.
Los elementos que apunta en la introducción le permiten plantear en el segundo capítulo, "Ruptura con los aguiluchos: génesis del activismo (1968)", que si bien el movimiento estudiantil de 1967 fue una escuela para los protagonistas del movimiento de 1970-1973, éste fue una ruptura con las prácticas, valores y aspiraciones de los líderes del 67, los llamados "aguiluchos" , cuyo movimiento finalmente no fue otra cosa que una protesta en el seno del partido oficial, a pesar de su carácter masivo y popular. Así lo indicaría la organización estudiantil, la Federación de Estudiantes de la Universidad de Sonora (FEUS): era un trampolín político para sus dirigentes hacia el partido oficial y el gobierno.
La nueva generación de líderes estudiantiles pusieron en duda ese papel de la organización estudiantil, así como el de la universidad en general, al considerarla reproductora de las jerarquías de autoridad e identificada con las necesidades de la clase capitalista; esos nuevos líderes, personificados en individuos como Patricio Estévez, serían posteriormente identificados como los activistas. Las primeras acciones de estos estudiantes fue transformar la estructura vertical de la FEUS, dominada por el presidencialismo y las sociedades de alumnos, en otra más horizontal en la que predominaban las estructuras colegiadas, como los comités coordinadores y los consejos estudiantiles.
En el tercer capítulo, "La nueva FEUS y la organización estudiantil: constitución del activismo (1970)",Verdugo documenta el papel de Patricio Estévez como un líder carismático que logró dar coherencia a las nuevas inquietudes estudiantiles y que utilizó su triunfo como presidente de la FEUS en 1970, para reformar los estatutos de la misma y crear una nueva estructura basada en los consejos estudiantiles y los comités coordinadores, y logró funcionar con ese sistema durante 1971-1972 y 1972-1973, cuando la represión gubernamental desarticuló su dirigencia, y desapareció desde entonces toda organización representativa de los estudiantes de la Universidad de Sonora.
La nueva FEUS desarrolló una intensa actividad de politización de los estudiantes, quienes eran muy receptivos a las ideas de la izquierda socialista y a los movimientos culturales latinoamericanos. Como el autor lo apunta, organizaban conferencias con los personajes más reconocidos de la política y el mundo académico. Trajeron a Heberto Castillo; al obispo de Cuernavaca Méndez Arceo, a quien le decían el "obispo rojo"; José Revueltas, Pablo Latapí, Ramón Danzós Palomino, entre otros. Se produjo un boom de literatura, "los activistas leían con devoción (o al menos lo aparentaban), capacitándose para entablar discusiones con funcionarios, maestros o con sus adversarios estudiantiles, casi siempre con un saldo favorable a ellos" (p. 65). Leían a Marx, Lenin, Engels, García Márquez, Carlos Fuentes, Jorge Luis Borges, Mario Benedetti, Hermann Hesse, Pablo Neruda, Jean Paul Sartre, Wilhelm Reich, Herbert Marcuse, Althuser, André Breton, Dostoivesky, Erich Fromm, Bakunin, Nietzsche, Martha Harnecker, Politzer, Afanasiev, Nikitin.
Los líderes activistas, junto con la difusión de los nuevos valores culturales y políticos, dirigieron su actividad hacia el cuestionamiento de los planes de estudios, los cuales juzgaban obsoletos y de los maestros denominados "chambistas", porque no se actualizaban en las materias que impartían; además pugnaban porque la universidad se identificara con los problemas de la población (se oponían al cobro de cuotas y a los exámenes de admisión), así como porque se brindara apoyo a las luchas populares, ya fuera en Sonora, México u otros países que peleaban contra el imperialismo norteamericano y por el socialismo, como Vietnam, Cuba o Chile.
En "La Comisión Mixta: ascenso del activismo (1971)", cuarto capítulo, el autor plantea que los activistas obtuvieron el apoyo de maestros progresistas, los cuales dieron forma a muchas de sus inquietudes en materia de planes de estudio y de la estructura de gobierno de la Universidad. Esto llevó a la conformación de la denominada Comisión Mixta, integrada por profesores y estudiantes de las diferentes escuelas, quienes de manera paritaria se dieron a la tarea de plantear una reforma universitaria que se concretó en 1972 en un anteproyecto de ley orgánica que modificaba la estructura vertical del gobierno universitario, ya que depositaba la autoridad máxima en un consejo universitario; establecía cogobiernos para dirigir las escuelas, integrados por profesores y estudiantes; y suprimió entidades como el patronato universitario, considerado como la intromisión de las fuerzas más retrógradas en la Universidad.
Los siguientes capítulos entran de lleno en el movimiento estudiantil de 1973, en donde la periodización se va marcando por meses. Así, marzo señalaría la cúspide de la influencia del activismo al lograr la destitución del rector Federico Sotelo Ortiz, quien obstaculizaba la aprobación de la nueva ley orgánica. Con su caída se abría la posibilidad de que llegara a la rectoría un simpatizante de la reforma universitaria; sin embargo, después de tensas discusiones, la decisión recayó en el Lic. Alfonso Castellanos Idiáquez, de quien se esperaba podía ser constreñido por la fuerza del movimiento y por un secretario general participante del mismo, como lo era el Lic. Alán Sotelo. Tal decisión tenía la intención de evitar un enfrentamiento frontal con el Estado y las fuerzas extrauniversitarias, que a la postre se mostró equivocada, porque fue Castellanos el que orquestó la represión al movimiento reformista universitario y se perpetuó en la rectoría durante varios años.
En este momento, Verdugo hace un recuento para precisar una serie de fracturas en el seno de la vanguardia activista. Señala que la primera se dio en 1971, cuando los activistas se deslindaron de los llamados azules, en el marco de una campaña contra el movimiento estudiantil orquestada por los medios de comunicación, la denominada "Campaña Antidrogas", en la que se les hacía parecer como drogadictos y corruptores de la juventud. Una segunda ruptura ocurre cuando se empiezan a manifestar en la universidad estudiantes ultraizquierdistas de corte guerrillero, los llamados "enfermos" que provenían de la Universidad Autónoma de Sinaloa. Una tercera es cuando la vanguardia activista se divide entre los sectores más politizados, liderados por Carlos Ferra, de orientación trotskista, y los denominados academicistas que difundían la revista Punto Crítico.
De igual manera, el autor plantea las concepciones que las diversas corrientes tenían sobre la universidad. Una era la denominada "universidad democrática, crítica y popular", promovida por el Partido Comunista Mexicano y puesta en práctica en lugares como Sinaloa, Puebla, Monterrey y Guerrero. Otra era la tesis de la "universidad roja", planteada por los trotskistas, y la tercera, la de la "universidad fábrica", por los ultraizquierdistas. Verdugo, de manera sintética pero clara, explica en qué consiste cada una de ellas y cómo los simpatizantes de las diversas corrientes debatían entre sí.
En agosto de 1973, el Congreso del Estado de Sonora aprobó la nueva Ley Orgánica de la Universidad de Sonora, la 103, introduciendo una serie de cambios en el proyecto original que fortalecían al rector e incluían un capítulo de sanciones; poco después Castellanos destituyó al secretario general Alán Sotelo, medidas que fueron interpretadas por la vanguardia activista como fuertes golpes contra el movimiento estudiantil, que los llevó a un enfrentamiento abierto con el rector y el gobierno. A partir de entonces se suceden una serie de acciones, como movilizaciones estudiantiles masivas. Castellanos abandona la Universidad y llama a suspender las clases, en tanto que los profesores progresistas y los activistas llaman a mantenerlas. Se da una fuerte lucha política combinada con enfrentamientos físicos con los micos, el grupo estudiantil de carácter conservador que había hecho su aparición a principios de 1970, de clara ideología fascista y que utilizaba el ataque físico como forma de lucha. En los mítines, era común que aparecieran organizados como grupos de ataque con cadenas, chacos y varillas y se lanzaran a romper la concentración de estudiantes repartiendo golpes a diestra y siniestra.
De noviembre de 1973 a principios de 1974 se desató la represión contra el movimiento. Decenas de maestros y estudiantes fueron expulsados, otros detenidos y otros más desterrados; durante esos meses se desató una cacería de brujas, de modo que era un verdadero riesgo traer cualquier libro que pareciera marxista. Los activistas que no salieron del estado pasaron a la clandestinidad engrosando las filas de las diversas organizaciones políticas que participaban en el seno del movimiento estudiantil, planteándose todas ellas se planteaban la conformación de un partido de la clase obrera que luchara por el socialismo. Los más desesperados decidieron pasar a la acción directa "contra las fuerzas represivas del Estado burgués", integrándose a organizaciones de carácter guerrillero como la "Liga Comunista 23 de Septiembre", los cuales durante 1974 protagonizaron varios enfrentamientos en donde hubo muertos tanto de policías como de estudiantes.
El clima de la época se ve reflejado en la entrevista que el autor hizo a Alberto Guerrero, miembro de la Liga, quien fue aprehendido en enero de 1974 en un mitin realizado en el barrio popular de "El Coloso". Dice Alberto:"Creo que nuestro movimiento fue más bien espontáneo, propio de esa generación. Teníamos un firme deseo de cambiar las cosas, de construir un mundo de igualdad, poseíamos una sinceridad revolucionaria, un espíritu de sacrificio digno de elogio" (p. 162).
Para concluir, me interesa resaltar que en este libro Joel Verdugo pinta un mundo que existió hace 30 años, que difícilmente se lo pueden imaginar los jóvenes de hoy a pesar de que muchos de los testigos presenciales de esa época todavía estamos vivos. Esto nos indica la velocidad con que pueden cambiar las épocas. Joel Verdugo lo reflexiona en los siguientes términos polémicos:
Ciertamente no pertenecemos (estrictamente) a la generación que protagonizó el movimiento estudiantil de 1970-1974. Sin embargo, sí experimentamos el tomar partido por algunas de sus causas y compartimos la esperanza de construir un mundo mejor a partir de la realización de las ideas de la izquierda marxista-leninista (posiblemente para los jóvenes recién egresados de historia o de sociología discutir sobre derechas e izquierdas y en torno a la revolución socialista como utopía posible requiera de un grado de imaginación mayor).
También experimentamos lo que presumiblemente sea la derrota mundial de las izquierdas: cayó el muro de Berlín ante los ojos del mundo, se desintegró la Rusia Soviética, la historia demostró la imposibilidad de realización de la utopía socialista. Sin embargo, las causas que originaron los principales movimientos sociales en los sesenta y setenta siguen vigentes... (pp. 173-174).